El motivo que me ha impulsado a escribir el presente artículo ha sido el preocupante dato de la elevada abstención (41%) contabilizado en las elecciones celebradas en Andalucía el pasado 2 de diciembre. He recordado el ejemplo de mi madre, fallecida en 1990 con 94 años de edad, cuando votó en las primeras elecciones de 1977. Después de nacer durante el reinado de Alfonso XIII, vivió, sucesivamente, la Primera Guerra Mundial, la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial, los 40 años de Franco y, finalmente, la democracia bajo el reinado de Juan Carlos I. Cuando los españoles fuimos convocados a las urnas después de tantos años sin poder hacerlo, mi madre entendió la importancia del voto para legitimar al nuevo parlamento democrático que se encargaría de elaborar la nueva Constitución. Tal fue su deseo de votar que, estando impedida en silla de ruedas, gestionó a través de un médico un certificado para que pudiera otorgarle un poder a un nieto que lo hiciera por ella. Pero es que, además, dando una lección de moderación después de todo lo vivido y padecido, especialmente durante la guerra civil, otorgó su voto al partido vencedor de los comicios, a la UCD de Adolfo Suárez.

La lección que nos dio con su actitud a sus nueve hijos nos marcó para el resto de nuestra vida. Nos enseñó dos cosas importantes: la primera, que la democracia hay que cuidarla votando, ya que corre el peligro de caer en manos de oportunistas; y la segunda, hacerlo a posiciones centradas o moderadas, donde existe espacio para el diálogo y el consenso, descartando los extremismos que nunca traen nada bueno. Para terminar, espero que, especialmente los jóvenes, tomen conciencia de lo que supone vivir en un país democrático como España, comparándolo con otros que no disfrutan de nuestra libertad, bienestar y derechos civiles, y se involucren en su mantenimiento para que perdure.