Desde el mismo instante que Pedro Sánchez se instaló en la Moncloa por sorpresa, comienza a caer una lluvia fina de noticias que pronostica grave deterioro de la economía y el empleo en España. Cuando el líder socialista gana las elecciones el pasado abril y se vislumbra la posibilidad de un gobierno con Unidas Podemos, la lluvia arrecia.

Claro que lo que ocurre en el mundo... Trump, China, brexit y la economía alemana que se desploma, etc., ayuda. A estas alturas se da por seguro que la larguísima interinidad del Gobierno agrava el deterioro económico. La prensa conservadora y los tertulianos entendidos y más desahogados comienzan a cantar con alarma indicadores económicos desmaquillados y en franco deterioro: PIB, empleo, producción industrial... Poco a poco se deja de contextualizar que en nuestras etapas de bonanza o depresivas interviene de forma decisiva lo que ocurre en el mundo, singularmente en la Unión Europea y Estados Unidos, y de esta manera la responsabilidad terminará siendo del Gobierno de España.

¿Qué hay de verdad? Bastante. La economía mundial, tras más de cinco años de crecimiento, se desacelera por causas digamos que previsibles y otras que no lo son, o son de índole político. Trump y su guerra comercial con China y Europa ha puesto en alerta máxima al dueño del dinero que, asustado, se camufla y espera a ver. La locura británica no ayuda y la Alemania exportadora pincha.

¿Pero nos va tan mal como se pronostica? Quizás no tanto. Nuestra economía se enfría como en toda Europa, pero a ritmo menor y con mejores perspectivas de las que se esperan para la UE el año próximo. La ministra Calviño ya tuvo que salir a la palestra pública el otoño pasado para negar el apocalipsis económico que se predecía para España. Y acertó. El pasado jueves debió intervenir de nuevo para pedir serenidad «porque a pesar de la desaceleración, nos mantendremos en unas tasas de crecimiento que duplicarán las de la zona euro». Y también para alertar que ante un panorama internacional borrascoso «se articulen estímulos fiscales en Europa» y que la mejor manera de encauzar la relentizacion «es reducir el déficit y la deuda». O sea: apretarse dos ojales el cinturón y continuar saneando las cuentas públicas.

No obstante, la ministra no podrá detener el alud de malas noticias económicas. La máquina dispuesta para desestabilizar Europa, que hasta ahora ha trabajado en el terreno político y mediático, entrará a picar también en el crítico solar de la economía y el empleo. La lluvia quiere continuar convertida en borrasca.

* Periodista