Una frase del periodista y escritor Eduardo Uruguayo me ha movido a escribir este sencillo artículo. Dice: «Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo». Frase que en muchas ocasiones y con otras palabra he hecho mías, porque estoy convencida de que el mundo son parcelas, más grandes, más chicas, más lejos, más cerca, pero siempre alguna a la que podemos llegar con nuestra humanidad y solidaridad. Y hace ya semanas que deseo manifestar cómo la realidad de lo ocurrido en esta pandemia se ha puesto de relieve en sanitarios y policías, aunque tan solo haya podido ser aplaudiendo desde balcones y ventanas. No obstante, e ignorando si en algún medio se ha hecho mención, hoy por la cercanía que durante quince años ejercí de maestra en Alcolea y por conocimientos muy certeros que tengo, quiero pedir un aplauso, un «Príncipe de Asturias», para cientos de mujeres que en el silencio de sus casas, dejándolo todo, han trabajado día y noche pegadas a una máquina de coser. Chicass, una de las grandes costureras solidarias de Córdoba, María Bordallo, dejó de hacer trajes de boda para madrinas e invitados, etc durante estos dos meses, pero no cerró su taller: organizó un grupo de costureras y puso todos sus recursos al servicio de los sanitarios y centros residenciales ofreciéndoles gratis este material, miles de unidades. En no sé que medio he leído: Los Dolores de Alcolea realiza casi 60,000 elementos de protección contra el coronavirus. Paquita Galiot, una de estas costureras, me comentaba: «No puedes hacerte una idea de cómo hemos trabajado haciendo mascarillas, calzas, gorros y lo más complicados batas y monos que tienen mucho trabajo, pero lo hemos hecho con gusto y no solo para hospitales andaluces sino que han traspasado nuestras fronteras». Como mínimo, un aplauso para estas mujeres que de forma altruista han pasado desapercibidas.

* Maestra y escritora