Hay virus y virus. Ya no vale ese diagnóstico simplificado que se hacía los últimos años cuando uno llegaba quejoso al médico de familia. «Eso es un virus», era una respuesta clásica ante la que daba ganas de preguntar: «Y concretamente… ¿Cuál?» Que no es lo mismo haber pillado una cepa benigna de la gripe que el ébola. Y de la misma manera, no todas las crisis son iguales, no todos los trabajadores hacen justicia a tan honrado calificativo ni todos los empresarios pueden llamarse así. Y eso se nota más en tiempos convulsos como los actuales cuando, por ejemplo, las empresas se debaten entre prolongar los ertes o volver a la actividad plena de forma muy condicionada.

Y no existen fórmulas mágicas para saber cuándo lanzarse a la piscina. Cada empresa es un mundo y cada sector económico una galaxia distinta. Para darse cuenta de ello basta con seguir la serie El futuro es de la industria cordobesa, que viene publicando cada jornada Diario CÓRDOBA. «Reincorporar a toda la plantilla sin carga de trabajo es el suicidio de las empresas», venía a decir ayer muy juiciosamente José Antonio Guardeño, director gerente de Muebles Grupo SEYS, firma que pese a todo ya está al 90% de actividad. «Es fundamental recuperar la economía y la construcción cuanto antes», aboga, también sin equivocarse, María Dolores Jiménez al frente de la constructora Jícar. Y entre medias, todo un abanico de decisiones en esta desescalada entre la precaución y el riesgo a asumir que debe tomar el empresario, de los que tenemos muy buenos en Córdoba. Porque hay que dejarse de tópicos y reivindicar al auténtico buen gestor de una empresa, el que es consciente de que con sus decisiones se juega su dinero, su proyecto vital y el trabajo de su plantilla. Aunque sí es cierto que en Córdoba persiste cierta clasista confusión que viene de antiguo: la de creer que es lo mismo un empresario, que trabaja de sol a sol y de luna a luna arriesgando todo en sus determinaciones, que ese rentista de lujo que ha puesto un negociete y al que van a ver sus amigotes cerca del cierre para salir de francachela. Queda mucha devoción por el señorito de antaño reconvertido en pseudoempresario.

Pero ahora es tiempo del auténtico gestor cordobés. Los que abran antes arriesgan más, pero pueden quedarse con parte de la cartera de clientes de una competencia que prefiere ser más prudente. No hay que ser economista para intuirlo. Basta como ejemplo darse una vuelta por la cerrada Judería para comprobar cómo, aún sin turistas, los muchos cordobeses que pasean por ahí y los pocos establecimientos que hay para atenderlos. Lo dicho, no hay recetas mágicas y nada puede reprocharse, decida lo que decida, al que está al frente de una corporación arriesgándolo todo. Pero también es cierto que es el momento de empresarias que digan «aquí estoy yo» ante la crisis y de empresarios con un par de antivirus. O viceversa.