El año que viene se conmemorará el 700 aniversario de la muerte del escritor que, quizá con la excepción de Cervantes y Shakespeare (y tal vez de otros, pero aquí hay libertad de criterio y esos son los escogidos), puede considerarse el mayor genio de la literatura universal, precursor del Renacimiento y, con él, de la modernidad. A caballo entre los siglos XIII y XIV, Dante Alighieri fue muy consciente de su propia valía y de la trascendencia de sus escritos.

Igual que de don Miguel de Cervantes nos queda la expresión «quijotesca» para describir a algunas bellas personas o acciones, del florentino heredamos el término «dantesco» para aludir a algo espantoso o infernal. Porque, aunque el poeta compuso su Comedia, o Divina Comedia, en tres cánticas, incluyendo en ella el Purgatorio y el Paraíso, lo que conoce más o menos todo el mundo es lo del Infierno, y lo bien que se lo tuvo que pasar -si no estuviera sufriendo tanto por el exilio de su Florencia natal- situando en los círculos infernales a sus enemigos, entre ellos aquellos papas desprovistos de toda moral. De ahí que, a pesar de la excelsa Beatriz, relacionemos a Dante con los mayores castigos, y estaríamos ante una gran alegoría si su aniversario hubiera coincidido con este doloroso año 2020 del coronavirus. Esperemos que 2021, pese a la amenaza de la tercera ola, no sea dantesco y podamos cantar con el poeta.