Se empieza con el hecho diferencial y se acaba en la raza superior catalana, con rasgos físicos incluidos. Eso sí: nadie hasta ahora había logrado ser el nazi de la historia, con un discurso de segregación xenófoba, y reivindicar al tiempo su condición de víctima. Pero ya sabemos que nada es imposible para el delirio independentista, como nos ha mostrado con alborozo Anna Erra, esta luminaria de la antropología y el multilingüismo que además de ser alcaldesa de Vic es diputada de Junts per Catalunya (JxCat). Así, ha reclamado a los «catalanes autóctonos» que no hablen en castellano a gente que «por su acento o su aspecto físico no parece catalana». Cs ha presentado una queja ante el presidente del Parlament, Roger Torrent, y una propuesta de resolución de «condena de las declaraciones racistas y supremacistas». Anna Erra luego se ha disculpado y ha dicho que se han malinterpretado sus declaraciones. Ay, los periodistas. Vamos a analizarlas: Erra reclamó «poner fin a la costumbre muy presente en determinadas zonas del país de hablar en castellano a cualquier persona que por su aspecto físico o por su nombre no parezca catalana». Hasta aquí, la verdad, el tema parece claro. Pero sigamos: «Un gran defecto de muchos catalanohablantes es cambiar la lengua, es decir, pasarse directamente al castellano cuando el interlocutor que tenemos delante nos parece que es extranjero o simplemente no habla catalán». Claro, ahora lo entiendo mejor: no solo es que Anna Erra sea una supremacista, sino que desconoce la cortesía. Sigamos con esta Leni Riefenstahl del soberanismo: «Los catalanes autóctonos que hayan nacido fuera que deben aprender el catalán, y poner fin a la costumbre muy presente en determinadas zonas del país, de hablar en castellano a cualquier persona que por su aspecto físico o por su nombre no parezca catalana». Pues lo habíamos entendido. Todo este cacao maravillao es su evidente racismo independentista, mezclado con su mala educación.

* Escritor