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Otrosí, con anterioridad los Basiliscos (‘Nomos Basileus’, y de ello verbigracia fue el caso vital de Sócrates), o Código de las leyes, tanto de las artes de lo geopónico como de la guerra, para alimentar o para destruir a la especie humana, actividades e inquietudes yuxtapuestas, se difundieron con semejante desvelo. Y en síntesis, la historia de Grecia y de Roma fue resumida en cincuenta y tres títulos o encabezamientos, de los cuales tan solo dos, ‘De embajadas’ y ‘De virtudes y vicios’, se pudieron salvar de la rapiña de los tiempos.

Al cabo, el agro, y con él los productos manufacturados y la subsiguiente actividad comercial fueron floreciendo al resguardo de las leyes; y los gremios o curias acabaron estando formados por individuos provechosos y respetables, así como la juventud pasó a ser aprehensiva a las funciones sociales, públicas y privadas, que se celebraban con los ritos y la pompa acostumbrada. Dándose además la comunicación frecuente y segura entre las provincias y territorios, ofreciéndose consecuentemente el benéfico cuadro de la compartida prosperidad general. La agricultura constituyó al fin el cimiento de las artes, ya que éstas se configuran labrando los productos naturales, con el afán y el esmero a todas horas de un pueblo solícito e ingenioso. Algo que hoy día el al menos irresoluto o cuanto más irresponsable o ignorante representante político menosprecia o desconoce.

* Doctor ingeniero agrónomo. Licenciado en Derecho