La conmemoración, ayer, del 40 aniversario de la Constitución Española, ha dejado varias señales positivas por encima de la crispación que en los últimos tiempos lo invade todo. Por una parte, la normalidad del regreso del Rey Juan Carlos I al Congreso de los Diputados, pues, por encima de otras acciones que le sean reprochables, es innegable la importancia histórica de su papel en la implantación de la democracia en España. Por otra, la serenidad solemne del acto de celebración, en la que no se produjeron salidas de tono que no eran totalmente descartables. Hay que valorar igualmente la presencia de todos los presidentes del Gobierno así como de los redactores --los ‘padres’- de la Constitución que siguen vivos, y la de los expresidentes de Congreso de los Diputados, además de los presidentes de doce comunidades autónomas. Como siempre, hay que lamentar ausencias, centradas en el independentismo, tristemente pertenecientes a las comunidades que más autogobierno y prosperidad han encontrado en el actual marco constitucional.

Finalmente, y aquí reside lo más importante, en la calidad de los discursos del Rey Felipe VI y de la presidenta de la Cámara, Ana Pastor, que destacaron los valores de aquel esfuerzo de consenso y reconciliación que se hizo en 1978, tras el cual han pasado cuatro décadas de cambios enormes, de progreso y de libertades en España. También de errores y carencias, como es inevitable en la acción política e institucional. Pero la Constitución ha creado un marco de convivencia que es necesario preservar. Los españoles han vivido con ella 40 años de libertad. En ese sentido, ambos señalaron la vigencia del texto constitucional, en su carácter global, y ambos coincidieron también en que está abierto a los cambios, a la adaptación al momento actual y a la propia evolución de nuestro territorio y de la sociedad. Ana Pastor llegó a hacer a los españoles un llamamiento a renovar «el gran pacto constitucional», y a hacerlo desde la concordia y el consenso. En estos momentos en los que se viene planteando una reforma de la Constitución que adapte a las actuales circunstancias aspectos relacionados con el modelo territorial, con la igualdad plena de la mujer --para empezar, dando cobertura a la heredera del trono-, con la garantía de los derechos sociales y otros, es decepcionante comprobar que la eterna campaña electoral de los partidos políticos aleja cualquier posición seria de debate constructivo y generoso. La crisis institucional abierta en España, con su mayor exponente en el independentismo catalán, hace muy difícil abordar estas reformas.

Y, en ese marco de conmemoración histórica de los mejores valores democráticos, Andalucía vive una encrucijada postelectoral en la que está siendo utilizada para la estrategia de los partidos políticos. ¿Es posible, o alguien puede hacer algo para evitar que nuestra comunidad autónoma se convierta en el laboratorio de la hasta hace muy poco impensable incorporación de la extrema derecha a los centros de poder? Es necesario respetar los votos y a los partidos, pero en el aniversario de la Constitución española y de sus valores democráticos, los partidos políticos constitucionalistas deberían estar en disposición de encontrar soluciones.