Según las estadísticas, parece ser que los divorcios en España se han reducido en la actualidad, la cifra más baja de los últimos nueve años, según un informe del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Además, los divorcios del año 2018 suponen un 12% menos que los registrados en el 2017. Mas a pesar de estas cifras que se están dando el número de divorcios es alto, pues de cuatro parejas que se casan tres finalizan en separación.

Y es que el concepto de amor tradicional, el de para toda la vida y con solidez, está siendo sustituido por lo que se ha venido a llamar Amor líquido. El Amor líquido es un concepto creado por el fallecido (el 9-1-2017), sociólogo polaco Zygmunt Bauman, desarrollado en su obra Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, para describir el tipo de relaciones interpersonales que se desarrollan en la posmodernidad.

Éstas, según el autor, están caracterizadas por la falta de solidez, calidez y por una tendencia a ser cada vez más fugaces, superficiales, etéreas y con menor compromiso. Bauman también desarrolla el concepto para hablar en general de la liquidez del amor al prójimo. Amor líquido en sí explica la mercantilización de los lazos íntimos y el apego como una amenaza para la autonomía personal. Por ello el amor, como las personas, se ha vuelto líquido, fluye, cambia constantemente y toma caminos inesperados. Bauman hace un estudio sobre las relaciones personales en esta sociedad de mercado líquida donde el dar y recibir sentimientos está visto en términos de costos y beneficios. De esta forma refleja esta época donde, para muchos, el amor está descartado y siendo sustituido por los amigos, por las relaciones virtuales y centradas en el consumo mutuo en una búsqueda del placer.

El consumismo ha trastocado los vínculos personales que usamos al tratar a los otros, ya sean amante o prójimos y que hemos considerado como una mercancía utilitarista más de la que podemos desprendernos fácilmente. El amor al prójimo, un fundamento de la vida civilizada y de la moral, es distorsionado hasta el temor a los extraños. Esto afecta a la sexualidad, que una vez liberada del amor se condena finalmente a sí misma a la frustración y la falsa felicidad.

Mas se debe de hacer una distinción entre el deseo y el amor. El deseo es el anhelo de consumir objetos y personas. El amor es el anhelo de querer y preservar el sujeto querido y no se manifiesta en cosas ya hechas, sino en el impulso a participar en la construcción de esas cosas, y he ahí el problema: para esta construcción se requiere de humildad, coraje, constancia y disciplina, atributos que en nuestra sociedad consumista son prácticamente nulos.

* Licenciado en Ciencias Religiosas