Sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Ponemos la tele, el Canal 24 horas, para ver en un momentito qué se van a decir hoy la portavoz del PP, Dolors Montserrat, y la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo. Una pequeña debilidad, por qué no confesarlo. Pero ayer le tocaba contraprogramar al diputado de ERC Gabriel Rufián. Es un joven muy ocurrente que, ante las miradas de sus mayores --ahí tienen a Joan Tardá sonriendo bajo el bigote, como diciendo: «prepárense, que ahora les voy a echar encima al chico»-- habla como si cantara una canción de Héroes del Silencio y, en el retumbar legendario de vocales y consonantes, desarrolla una ofensa, la que sea, a alguien le tocará. Tiene un defectillo de índole práctica, y es que después de sus insultos es muy difícil recordar cuál era el mensaje político o la crítica que quería transmitir. Poca eficiencia, pero, eso sí, garantía de polémica y éxito en las redes sociales. Pues este joven que vale tanto ocasionó en las Cortes eso que ya habrán visto medio millón de veces en imágenes: sus descalificaciones al ministro Josep Borrell (¿por qué eran? Ah, ni me acuerdo, claro, me he distraído con la puesta en escena), seguidas de comportamientos poco disciplinados que llevaron a la presidenta de la Cámara, Ana Pastor, a expulsarlo del hemiciclo. Con él salió el grupo entero, y un diputado muy pillín bufó al pasar ante Borrell. Según el ministro, le escupió. Según este parlamentario al que pagamos un sueldazo para que desprecie la institución que lo acoge, solo fue un bufido o rebuznillo. Cualquiera sabe. Las imágenes, que hemos visto ampliadas (y con el VAR , como en el fútbol) no lo aclaran del todo, aunque sí muestran a Jordi Salvador, que así se llama, corretear como un chiquillo y esconderse detrás de otro diputado cuando Borrell lo interpela. Pío, pío, que yo no he sido... Todo muy edificante. Queridos niños, no miréis.

¿Qué pensará la candidata de Adelante Andalucía de este numerito? El espectáculo se ha producido dos días después de que Teresa Rodríguez nos dejara con la boca abierta diciendo que «la política es amor». Sí, «amor», se atrevió y lo dijo para espanto de muchos. Amor en el sentido de empatía, de querer lo mejor para la gente, de servicio. No hace falta apoyar ni votar a esta mujer para valorar su valentía. Al leer el diario de campaña que lleva en Facebook la que un día fue candidata andalucista, Pilar González, y que hoy apoya a Teresa Rodríguez desde Primavera Andaluza, volamos a otra dimensión, la de los que creen que la política está para mejorar el mundo y se ilusionan con ella. Pero, tras esta breve parada en los ideales, el observador no gana para emociones. Del amor a la escupitina en un par de jornadas.