Te cuento. Te cuento pero que no salga nada de aquí... El caso es que fueron ellas dos las que se pasaron toda la semana dale que te pego con que ese año teníamos que hacer un amigo invisible de verdad. Al principio Sandra. Luego Lola. Lola repitiendo el rollo casi con las mismas palabras de Sandra. Pusieron una norma: el nombre del destinatario o destinataria del regalo escrito a ordenador con letra Arial de tamaño 18... Te lo juro. Que no, que no es coña, lo de la letra especificado tal cual en un correo, hasta el más mínimo detalle para que nadie pillara onda de quién regalaba qué fijándose en la caligrafía de los pósits.

Eso por ahí. Luego vino lo otro. Desde que yo estoy en la empresa, catorce años casi, jamás hemos invitado a las parejas a la cena de Navidad. Si la cosa es desfasarse un poquillo con los del trabajo tú me dirás qué pintan allí los respectivos y las respectivas. Pues nada, ese año Sandra y Lola pum pum Carlitos hasta que casi toda la gente entró por el aro para no oírlas.

Por supuesto las encargadas del sorteo fueron ellas dos. Recibiríamos un correo con la identidad de la persona a la que nos correspondía agradar desembolsando un mínimo de 30 euros y un máximo de 90, otra novedad que a mí personalmente me sentó regular, porque vamos a ver quién narices es Sandra para decirme a mí cuánto tengo que gastarme...

Y que conste que los días de antes de la cena valoré un montón que tuviera las mismas ganas de cachondeo de siempre y que estuviese tan pendiente de todo después del palo que se llevó con lo de Marketing. ¿Que qué es lo de Marketing? ¿No sabes nada? Pues que Ignacio eligió a Eva Huevo sin Sal y no a Sandra para sustituir a Marcelo. Una faena. Pero allí estaba Sandra el día de la cena, dándolo todo como si no hubiera un mañana. Y allí estaba Lola. Un quiero y no puedo al mismo ritmo de Sandra. Como siempre... Pues eso que te digo, lo que es la cena bien. Algo más de fritanga que otras veces, pero bien. Maldonado en su línea. Tres chistes por minuto. Buen ambiente. Nos sirven la copa incluida en la misma mesa y a esto que suben camareros con los regalos. Cosas curradas y otras para salir del paso. Llega el regalo de Ignacio: noche romántica para dos en un hotel. Eso y una botella de ginebra de una marca danesa no va más, eso dijeron los entendidos. A ver si ampliáis la familia con el bebercio, risas. Que se besen. Beso forzado de Ignacio a su señora, un poco estirada la mujer, más risas. Sigue el papelón de abrir paquetes en público. Me regalan un pijama de Oisho. El precio puesto. No llega a treinta euros. Maldonado con los chistes a su rollo. La calefacción a tope. Villancicos. Exaltación de la amistad. Y ya casi al final toca el regalo de Eva Huevo sin Sal: otra noche romántica en el mismo hotel. Qué casualidad, risas. Eso y una botella de tónica. De la misma marca danesa no va más que la ginebra de Ignacio. Y ahí risas ya como que no.

* Profesor del IES Galileo Galilei