Desde su independencia, en el siglo XVIII, los Estados Unidos de América han sido punto de referencia para buena parte de los países europeos. Allí nació un sistema político del que hasta ese momento solo se habían hecho formulaciones teóricas. El primer texto de gran difusión con un análisis del modelo estadounidense se lo debemos a un francés, Alexis de Tocqueville (1805-1859). Este se desplazó a Estados Unidos en su condición de magistrado, acompañado de su amigo y colega Gustave de Beaumont para estudiar y dar a conocer el sistema penal de aquel país. Pero Tocqueville aprovechó su viaje para conocer otros aspectos de la vida norteamericana, fruto de lo cual sería la publicación de ‘La democracia en América’ (1835), que tendrá un gran éxito y que dará a conocer a su autor entre los teóricos de la política del momento. Cuando Tocqueville estuvo en América era presidente Andrew Jackson (1828-1836), quien será conocido sobre todo por la defensa que hace de la presidencia como la verdadera representación del pueblo, del poder federal, cosa que desde su punto de vista no ocurría con los demás poderes del Estado. Personalista en el ejercicio del poder, con decisiones muy controvertidas, llegó a nombrar durante su mandato a siete de los nueve magistrados del Tribunal Supremo.

Gracias a su obra sobre América, Tocqueville se vincula a la política, ocupará un escaño en la Cámara francesa e incluso desempeñará un ministerio en 1849 (Asuntos Exteriores) en un gabinete de Odilon Barrot, con Luis Napoleón como presidente. La segunda parte de su obra, publicada en 1840, no tendría tanto éxito, al ocuparse de una temática diferente a la de la primera. En esta Tocqueville se centró en analizar no solo a los Estados Unidos sino también el funcionamiento de la democracia, en concreto desarrolla un tema de gran trascendencia como es el del binomio libertad/igualdad, así como las ventajas e inconvenientes del gobierno democrático. Poco antes de morir, en 1856, publicaría otra de sus obras fundamentales, dedicada a Francia: ‘El Antiguo Régimen y la revolución’. Tocqueville predijo en la Cámara francesa la revolución que estaba por llegar, en 1848, y siempre estuvo ocupado en explicar de qué manera se podrían desarrollar de manera conjunta la libertad y la igualdad, algo que desde su punto de vista los franceses habían intentado desde 1789. Y cuando publica su obra sobre dicha revolución, no olvida lo que ya había dicho en la escrita sobre América: «Quizás algunos me acusen de mostrar en este libro un amor un tanto intempestivo por la libertad, de la cual, según me aseguran, apenas se preocupa ya nadie en Francia. Solo ruego a quienes me hagan tal reproche, que consideren que esta inclinación es en mí muy antigua. Hace más de veinte años que, al hablar de otra sociedad, escribí casi textualmente lo que aquí digo».

Desde Tocqueville hasta hoy, la presencia de la política de Estados Unidos en Europa no se ha detenido, bien de forma teórica o en la práctica, en este último caso con la intervención militar en las dos guerras mundiales del siglo XX. Después, varios presidentes han merecido admiración o críticas, desde Rousevelt a Obama, pasando por otros como Kennedy, Nixon, Reagan, Clinton o Bush (hijo), por citar los nombres más conocidos. Y así hasta llegar al que dentro de unos días será el presidente saliente, Donald Trump, al que muchos dirigen descalificaciones basadas en elementos relacionados con su persona, sin embargo en mi opinión no debería ser ese el criterio para juzgarlo, porque no es alguien que está mal de la cabeza, como se suele decir, sino que representa una corriente peligrosa para la buena salud de la democracia, de un sistema que, tal y como planteaba Tocqueville, debe ser capaz de mantener el equilibrio entre libertad e igualdad.

*Historiador