El desarrollo del programa nuclear en Corea del Norte comenzó en los 8o y en 2003 el país asiático abandonó el Tratado de Proliferación de Armas Nucleares. Sin embargo, ya en 2005 había una propuesta sobre la mesa: que Corea del Norte desmantelaría completamente sus armas nucleares y sistema de misiles en respuesta a un pacto de no agresión con EEUU, la provisión por Occidente de un reactor de fisión nuclear de agua ligera, que no podía producir armas nucleares pero sí ser usado para medios pacíficos. Este acuerdo lo dinamitó EEUU. La administración Bush inmediatamente presionó al consorcio que supuestamente suministraría el reactor y logró que los bancos bloquearan las transacciones comerciales, incluso las del comercio legítimo con Corea del Norte.

Consecuentemente, los norcoreanos volvieron a producir misiles y armas nucleares. El 6 de enero del 2007, el gobierno de Corea del Norte confirmó que ya las tenía. Previamente, el 9 de octubre del 2006, anunció que había llevado a cabo con éxito su primera prueba nuclear y en abril del 2009 el mismo Mohamed ElBaradei, director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), aceptó los informes que consideraban que Corea del Norte se había convertido en una «potencia nuclear completamente desarrollada». Y así hasta ese supuesto ensayo de una bomba de hidrógeno y el lanzamiento de cohetes en 2017 que sobrevolaron Japón y amenazaban con alcanzar EEUU. Fue entonces cuando Donald Trump describió a Kim Jong-un como el «pequeño hombre-cohete» y le previno que, de seguir con las amenazas, Corea del Norte se encontraría con «un fuego y furia (and frankly power) que el mundo nunca había conocido», y Kim Jong-un le respondió llamándole «viejo lunático». Aunque aquello promovía a la risa y la disparidad de fuerzas entre los dos países sería algo así como la lucha de un elefante con un mosquito, el mundo se alarmó y hasta yo mismo, no muy dado a tomar en serio las bravatas de los dirigentes megalómanos, me asusté y me dije: Si el fin es que Corea del Norte renuncie a sus armas nucleares y sistema de misiles y Corea del Norte y China han aceptado hacerlo, ¿por qué lo rechazó Bush en 2005, Obama en 2015 y Trump lo está ahora incendiando? Era una pesadilla... Y, de pronto, ¡plaf!, la noticia inesperada, el despertar de la pesadilla: Kim Jong-un se entrevista con Moon Jae-in, presidente de Corea del Sur, se habla de reunificación de las dos Coreas y se prepara un encuentro entre Donald Trump y Kim Jong-un. Moon Jae-in ha propuesto a Trump para el Premio Nobel de la Paz.

Pero, sin ni siquiera tomar una siesta, ¡bum!, la pesadilla vuelve. Trump quiere cuestionar los acuerdos de las potencias con Irán sobre su programa nuclear y recibe, muy oportunamente, información de Israel de que Irán no está cumpliendo estos acuerdos. ¿Qué está pasando aquí?, que se diría en una película yanqui. Pues habrá que recordar las luchas por el poder en la Casa Blanca, cuando aquellos outsiders que ganaron las elecciones a Hilary Clinton ni lo esperaban ni estaban preparados para gobernar. Entonces, la lucha estaba entre Steve Bannon y Jared Kushner, yerno de Trump y judío. Bannon señalaba China como la amenaza y Kushner a Rusia e Irán. Al final el todopoderoso Bannon fue destituido. O, como dijo Henry Kissinger en esos días, «la Casa Blanca es una guerra entre los judíos y los no judíos». El terror nuclear no desaparece pues, solo se nos acerca... A menos que Benjamín Netanyahu haga las paces con Hasán Rouhaní y Donald Trump reciba el título de Gran Pacificador de Oriente Medio.

* Comentarista político