Nos hizo reír o, al menos, nos causó sorpresa, cuando escuchamos por primera vez que aquel individuo con apariencia de granjero sano se presentaba para estar a la cabeza del «mundo libre». Competía con la mujer, tan experimentada políticamente, por compartir cama y despachos y que, además, estaba muy bien considerada por Obama, ganador por su habilidad política de un merecido Premio Nobel. Aquel señor de pelo rubio y modales soeces era millonario, pero con los méritos que para casi todos suele tener esa especie de individuos (¿cómo se las habrá apañado?) Cosa anecdótica que no saldría de ahí. Porque cuando abrió la boca sentimos su halitosis moral: aversión y desprecio a la mujer, como mero y bello objeto decorativo y de desequilibrado placer de los hombres. El desprecio salía por su boca con absoluta y evidente desfachatez. ¡Cómo se atrevía a aspirar a la presidencia un tipo así? Moralmente despreciable. Sólo millonario. ¿Y qué? ¿Qué nos sorprende cuando en esta sociedad son los dueños de lo importante y se les debe gratitud y hasta sonrisas, cuando no se les teme? Son los amos de la mesa enorme de la que, por su gracia, se descuelgan los medios para la subsistencia de casi todos. Son los creadores de esos pellizcos con que, con suerte, habilidad y gran esfuerzo, logramos alcanzar para simplemente vivir. ¡Y agradecidos en este orden social tan desordenado!.

Pero pocos podían pensar que aquel sujeto ordinario e irrespetuoso iba a lograr sus propósitos. Nos equivocamos porque lo que se llama populismo, término, casi siempre, peyorativo, provocó que legal o democráticamente, fuese elevado a ocupar el mayor puesto de responsabilidad del Planeta. Quedamos en sus manos.

El más alto sillón para un irresponsable. Al menos, un mandatario con una boca enorme, que no sólo habla imprudentemente sino que lo vemos: actúa y cumple sus amenazas sin amilanarse ante las consecuencias. Dará carta blanca con oídos sordos a las advertencias de los ecologistas, revocará aquellas leyes que habían extendido la asistencia sanitaria a millones de personas que no la podían pagar; hará construir cuatro mil kilómetros de muralla sin pensar en tantas y tantas vidas como quedarán truncadas… Amenaza al extremista y dictador Kim Jong-un, de Corea del Norte, como si lo hiciera un chaval en un patio de recreo. Porque es cierto que habrá que defenderse del inestable coreano, pero no menos de este extraño demócrata rubio que parece incapaz de recapacitar, que elimina idiomas, que nos demuestra en poco tiempo esa facilidad con que mete a las personas, a la humanidad, en peligros enormes y reales.

Mientras tanto, un ingrediente más para el desánimo por la deshumanización: las bolsas suben en todo el mundo. Es evidente que esto es grave y que ya no parece haber nadie a quien acudir.

* Profesor