Franco fue el principal pero no el único responsable de la guerra. No justifico el alzamiento, sino que, dado el caos callejero, las presiones políticas y el problema territorial, no me impresiona que se originara. Es verdad que una guerra nunca significa solución de nada sino la expansión del mal y puesto que la Republica se mostró contundente contra el independentismo, Franco y su ejército deberían haber doblado su compromiso con el gobierno en vez de traicionarlo. Pero también la República debió sacudirse, con la misma vía dura que demostró en otros momentos, el monopolio de sus partes más radicales. Pero, eso sí, una vez estallada la guerra, la barbarie de ambos bandos fue terrible. Por eso creo que lo que pretenden hoy de hacernos creer que hubo un bando muy malo y otro muy bueno es como escupir en la historia. El ejército franquista hizo estragos y miles de fusilamientos; no admite dudas la maldad desencadenada. Pero no pueden ser tan buenos los que intentaron otro golpe. No pueden ser tan buenos los que asesinaron en masa a religiosas. No pueden ser tan buenos los que ejecutan a miles de prisioneros. No pueden ser tan buenos los que también fusilan a poetas. Con respecto a trasladar los huesos de Franco, debe hacerse ya. Y no solo porque ese lugar es solo para los caídos sino porque si es un monumento a la concordia, los restos del dictador son una presencia injusta para el simbolismo conciliador que se pretende. Si los huesos se quedaran, por coherencia, deberían trasladar allí los restos de Azaña, el político más digno --para mí-- de la historia de España pero que fue ninguneado por las milicias. Pero don Manuel tampoco cayó en la guerra. Entonces, mejor sacar al que tanto daño hizo a los no tan buenos para que cuando lleven flores a sus muertos no tengan que soportar al líder contrario enterrado a la categoría de un dios. Quizá haya gente que tilde esta columna de ambigua. Lo es. Los españoles de bien somos ambiguos por respeto. Sí, somos ambiguos porque nos duelen los sufrimientos de los dos bandos. Gracias a esa ambigüedad, la transición a la democracia fue pacífica. Y nuestra ambigüedad no es hipocresía sino amor a esa patria plural que a trancas y barrancas sigue adelante. Un último consejo: con la exhumación cierren esto para siempre. No se les ocurra seguir y derribar la gran Cruz que se alza en el Valle, que el pueblo español es pacífico hasta que le tocan la fibra y la Cruz sigue significando la epidermis cultural de la mayoría. A quien no le guste, le ruego que se vuelva ambiguo para ver la cruz no como un símbolo religioso, sino como una balanza que equilibra a esas dos Españas de siempre que al final resultan ser siempre la misma.

* Abogado