Feminismo y tiranía son términos antagónicos. Pero parece que no interesa saberlo porque la igualdad resta privilegios a muchos. También puede ser que los que identifican el feminismo con la tiranía hacia el varón simplemente es que no tienen ganas de pensar un poco más de lo que se viene haciendo desde hace cientos de años; ser vanguardista es un esfuerzo extra que requiere una heroicidad a la que solo rinden culto las mejores personas, que son estupendas pero escasas. Y así se está empezando a criticar y marginar a los individuos que luchan a ultranza por las féminas bajo el pretexto de que son radicales por ser exagerados. Craso error porque las arbitrariedades a las que están sometidas ellas en todos los planos sociales es tan monstruosa que ser ultra es lo que compete para conseguir algún que otro avance. Y también estamos confundidos cuando creemos que esa lucha no nos concierne porque consideramos que el machismo solo se da en capas sociales de bajo nivel cultural. La lucha feminista compete a todos porque todos tenemos madres, hijas, sobrinas, nietas, amigas que en cualquier momento pueden encontrarse en su camino con el fulanito de turno que intente someterlas o limitarlas. Por ello, arrimar el hombro con el feminismo no es una cuestión de sexos sino de superioridad intelectual; y de libertad, igualdad y justicia. Hoy, aunque aquí reine un sistema constitucional, en muchos hogares las mujeres sufren un modelo dictatorial bajo una especie de Síndrome de Estocolmo. Por eso, los mensajes de los gobernantes democráticos deben ser valientes para despertar conciencias. La mujer tiene que ser igual «sí o sí». Y ese debe ser el mensaje desde las máximas instituciones políticas. Luego, en el campo jurídico y especialmente el penal, ya se irán debatiendo las pruebas en torno al in dubio pro reo. Pero dados los miles de años de esclavitud de la mujer y su posición social actual de inferioridad, es muy justo darles de entrada un voto de confianza con una presunción de veracidad por el hecho de ser mujeres; algo así como la que tienen los policías cuando acuden a un juicio a testificar contra el imputado. Y ya de paso, lanzo un mensaje a ese gran porcentaje de hombres que tiene reticencias a que se abogue por la igualdad de la mujer porque piensan con miedo que se puede dar lugar justamente a lo contrario, es decir, al sometimiento del hombre. Pues yo les animo a que no sean tan mal pensados porque la igualdad no es eso. Pero en todo caso no entiendo cómo temen eso cuando la mujer ha demostrado en toda la historia del mundo su gran capacidad de amar aun estando sometida. Imaginen como amará cuando se sienta plena y digna. Pues amará el doble.

* Abogado