Se pretende por algunas feministas que la mujer conforme una clase social, incluso contra el hombre como otra clase social. Yo prefiero hablar del hombre y de la mujer como persona y no como un número innominado dentro de una clase. Siempre han existido mujeres sobresalientes en toda época desde la civilización griega y romana hasta nuestros días y que fueron las primeras en alcanzar un determinado rango reservado a los hombres.

Leyendo el libro El Océano Pacífico: Navegantes españoles del siglo XVI encuentro a una mujer gallega, de antecesores portugueses, que alcanzó el almirantazgo. Nacida en Pontevedra, posiblemente en 1567 llegó a ser almirante en 1595, consecuente a unas circunstancias durante la segunda expedición que se fletó desde Paita (Perú) a Filipinas para colonizar algunas islas Salomón. Como esposa del capitán Álvaro de Mendoza embarcó en la nao capitana San Jerónimo, mandada por su marido. A la muerte de su marido, de malaria, en la isla de Santa Cruz y, luego, a la muerte de su hermano, capitán general de la escuadra que relevó a Mendoza, se hizo cargo de la flota con el título de Almirante, gobernadora y adelantada.

Estando en Manila contrajo nuevas nupcias con el capitán de la Nao de Acapulco, que hacía la ruta de México a Filipinas, volviendo a Acapulco el 11-12-1596, algo más de un año de su salida de Perú. Ejerció de almirante desde 18-10-1595. Fue mujer valiente porque ahorcó a varios marineros que contravinieron sus órdenes con el fin de poner orden en el barco.

El pecado de insumisión de aquellos marineros sirvió de molde de Isabel Barreto, ese era su nombre, para lograr la sumisión de toda la tripulación. Isabel, con toda la agudeza y todo el tino de su deber de mando, decidió el espectáculo que convenía a sus designios: el ahorcamiento de los rebeldes. Fue una mujer pragmática, quien desde su almirantazgo tuvo un certero tino al ahorcarlos y dio en la diana de su designio.

A su llegada a Manila fue recibida por el gobernador el 11-2-1596, con todos los honores que correspondían al almirantazgo. Imagino que explicó al gobernador la razón de esos ahorcamientos al subrogarse ella el poder del Rey y este a su vez el de Dios. Isabel en aquel momento acertó exactamente con «lo que había que hacer». La infracción del mandato de la almirante fue infracción del mandato del Rey en quien ella se subroga e infracción del mandato de Dios en quien, a su vez, se subrogaba el emperador.

¿Cómo juzgarían las feministas de hoy a aquella mujer?

¿Cómo perteneciente a una clase que se quiso imponer a la de los hombres? ¿Cómo detractores de una mujer que fue parte del descubrimiento de las islas Salomón, su conquista y su colonización, dado que embarcaron a varias mujeres para este último fin?

Posiblemente Isabel Barreto no quiso ahorcarlos pero se tuvo que doblegar a la consigna del poder, como su propio dueño y señor, por encima de su cabeza, hasta convertirla en fuerza superior, sustraída al control de su corazón y de sus sentimientos.

Isabel fue protagonista de la gloriosa hazaña iniciada por su marido en Perú y que ella finalizó en Acapulco.

* Catedrático emérito de la UCO