El nuevo Ayuntamiento de Madrid no ha tardado mucho en desmontar las medidas anticontaminación de Manuela Carmena. Al Madrid Central solo pueden entrar los automóviles híbridos y los residentes. Siguen en vigor, como el desbarajuste del aumento de automóviles por otras zonas no sujetas a ese planteamiento. Estoy ahora en Madrid y ante tanto tubo de escape expulsando gases insalubres comprendo que las medidas son necesarias. Pero cuando se afrontan estas normativas, surgen los problemas. Doscientas medidas ha propuesto el alcalde. Una de las más inmediatas será el «coche compartido». Si van dos o más personas podrán entrar al centro sin la obligación de circular en automóviles híbridos. Pero no solo los automóviles contaminan, también las calderas de carbón y gasóleo que aun abundan. Una antigualla. Recuerdo en mi época de estudiante la descarga de carbón en todos los edificios. Otra de las medidas es peatonalizar la Puerta del Sol, sus aledaños y otras zonas de la ciudad. Mi experiencia de calles peatonales en Alemania e Inglaterra, hace mucho tiempo, presagiaba lo que iba a ocurrir por estos pagos. La deshumanización es atroz en ciudades que no se han adaptado a la normativa del sentido común. Leí en una novela de humor, de Wenceslao Fernández Florez, cómo a uno de los personajes le sentaba mal el aire del campo. Estaba habituado a respirar en la oficina el humo del tabaco. Un informe de Ecologistas en Acción, dice que para salvarse de la contaminación ni siquiera se evita con irse al campo a respirar. El gas secundario ozono se encuentra en zonas rurales cercanas a las grandes ciudades.

* Periodista