Alguna explicación debería haber para que al separatismo catalán todo le haya salido mal desde hace cuatro siglos, y una sería que ser tan crédulos los hace inocentes. Se nota en su previsibilidad: sabe uno siempre cómo reaccionarán a un estímulo o situación. Ahora le están dando un gigantesco balón de oxígeno a la monarquía: al lanzarse en tromba contra ella a raíz de la salida de España de Juan Carlos I obligan al resto de españoles a defender el trono de Felipe VI. Si fueran astutos (como yo pensaba antes), habrían bajado el tono, dejando a la Corona cocerse en su propia salsa y predicando república en España-resto, pero ellos van a piñón fijo por la historia y caen siempre en el mismo agujero de la previsibilidad. Para colmo, tienen enfrente a la horma de su zapato, de nombre Pedro, mutante e imprevisible, que un día parece casi republicano y al siguiente lo monárquico que haga falta.