No podremos pagarte toda tu dedicación, coherencia, entusiasmo, moderación, discreción, tu capacidad de verdadero diálogo y de firmeza al servicio de España. Eres admirado por tirios y troyanos como se ha podido comprobar estos duros días en que te has debatido entre la vida y la muerte en un hospital público madrileño, hasta fallecer ayer.

El PSOE y los ciudadanos españoles te debemos lo que «no está en los escritos» como dice el dicho popular. La Historia te reconocerá como un puntal de la relativa paz que ha reinado estos cuarenta años desde la transición. Ahora habrás visto atónito cómo España es diferente, más compleja, crispada, intolerante. Se echan en falta políticos como tú en todos los partidos. Antes del maldito ictus así lo he comentado muy convencido de ello. Ahora eres considerado como una reliquia del PSOE con Felipe, Alfonso y otras/os. Hicisteis grande a España y ahora sois un estorbo, pese al despliegue de visitas al hospital, cercana al postureo. Algunos de los que te han visitado son los mismos que han despreciado tus sabios consejos.

No he tenido muchos contactos personales contigo, pero los suficientes para recordarte como duro de pelar, intenso y entrañable, con tu gracejo y sonrisa únicas. Siempre te recordaré como un político que escuchaba y te agradeceré perennemente que reconocieras a mi área de conocimiento (Química Analítica) cuando hace décadas se confeccionó la lista de las mismas desde el Ministerio de Educación. Nunca olvidaré la entrevista que nos concediste a un grupo de catedráticos de mi área en Madrid, donde yo era el mas novato.

Seguramente te recordarán como el ministro del Interior que acabó con ETA. Y es cierto. Bien que lo has pagado con la escolta permanente impuesta. En cambio, yo reconozco prioritariamente en ti la humildad y respeto a tus orígenes como profesor de Química Orgánica de la Complutense, que comento a continuación.

Te fuiste del PSOE cuando consideraste que los 126 escaños conseguidos en las elecciones generales eran incoherentes con el peso que debería tener tu partido en el Congreso. ¡Que poco se conjuga el verbo dimitir en España y entre los políticos! Ya has visto que se ha gobernado con 84 y ahora se pretende gobernar con 123. Asumir responsabilidades y reconocer derrotas es de personas excepcionales como tú. En tu retiro de la política has participado lo que has considerado mínimo imprescindible y obligado por las circunstancias.

No has usado para nada las puertas giratorias legales buscando un puesto bien remunerado en las administraciones públicas o privadas. Cuántos responsables académicos y políticos no son capaces de volver a ser profesores universitarios ordinarios. Así lo hizo el rector Peña de la UCO, que después de cuatro años se volcó en su inmunología. Volviste con humildad a tu Química Orgánica de la Complutense donde tenías por delante una carrera científico-académica prometedora que dejaste por tus compromisos políticos a favor de los españoles. Ver las imágenes de tu despacho en la Complutense vacío me ha emocionado al igual que dieras clase el mismo día del accidente cerebral.

Que has sido un ejemplo a seguir, nadie lo duda. El ejemplo es el mejor camino para alcanzar la autoridad moral que te caracteriza. Ha sido un orgullo para mí conocerte a ti y a tu esposa, mi admirada Pilar Goya, que ha sido clave en tu vida de servicio a los demás. Corroboro la frase del president Tarradellas, que dijo al llegar a España desde el exilio que «antes de juzgar integralmente a un político tengo que conocer a su mujer». Ahora diría también que antes de opinar sobre una política, debo conocer a su marido.

* Profesor jubilado de la UCO