Hay cosas en la vida que nos la vuelven fácil, más apetecible o menos dura. Eso no quiere decir que la vida sea fácil, ni siquiera apetecible en ocasiones, ni desde luego dócil, porque la vida es doma permanente de azares cambiantes. Pero cada uno guarda en su retina esos puntos de fuga que nos hacen los días soportables, que nos vuelven diurna cualquier oscuridad. Y tenemos algunos momentos congelados porque fueron perfectos, o eso nos parece con el tiempo a través. Aunque luego tocamos nuestra realidad, sacamos la cabeza y respiramos antes de encadenar la última brazada, y suele ser difícil. Por eso protegemos esas maravillosas puertas giratorias hacia destellos de felicidad, los brillos entreabiertos a pasadizos lúcidos, a instantes de oro líquido. En mi caso, como en el de mucha gente, hay algunos oasis que siempre me acompañan. Tenemos esa banda sonora de una vida, los conciertos que nos han hecho temblar, como esa luz difusa en la gota dorada de una vela si entra un poco de aire en nuestra habitación. Tenemos un sonido ligado a su emoción, y podemos cantarla en el silencio y recordar de paso esas escenas en las que fuimos otros antes de ser recuerdo. No sé, cada uno los suyos, y no siempre en un orden ni con una coherencia ni ética ni estética: de Leonard Cohen a Mahler, de Bach a Julio Iglesias, de Aute a Duncan Dhu: cada actuación guardaba su reverso, su escritura en tejidos que habitamos un día, que tensamos al sol de una playa serena, desnudos y muy jóvenes. Y qué decir del cine, de todas las películas que guardan los mensajes cifrados de una vida: Casablanca , no sé. O Un tranvía llamado deseo . O El príncipe Valiente . O Rocky . O Shall we dance? , porque todo es ponerse y queremos bailar como Richard Gere y Jennifer López, sin enamoramiento y con pasión. Qué decir de la danza y su recuerdo.

Y el teatro. La semana pasada vi en el Español Contarlo para no olvidar , un interesante montaje de Miguel Rellán con un diálogo dramatizado entre las reporteras Maruja Torres y Mónica García Prieto, interpretadas por Nuria González y Nuria Mencía. El texto está basado en la conversación sobre periodismo, feminismo y transformación social publicada por la Revista 5W con las dos reporteras de épocas distintas y un soplo interior de vuelo a ras hacia la realidad que quiere ser contada o denunciada. Merece la pena, pero no lo cuento por eso; sino por el cuidado del personal del Teatro Español para mantener las medidas sanitarias. Tan emocionante como escuchar la conversación teatralizada entre las dos reporteras en zonas de conflicto era asistir al mimo y al detalle con el que estaba todo preparado para hacernos sentir seguros. La experiencia teatral era lo que vivíamos sobre el escenario, sí; pero también la profesionalidad de un personal que nos ubicaba, que nos indicaba dónde estaba el gel hidroalcohólico, que nos pedía en la presentación del espectáculo que permaneciéramos con las mascarillas puestas, y también respetando el asiento de distancia entre las parejas del público. En fin, fue emocionante. Y eso también formará parte de mi recuerdo: como una canción, como una película, como un recital poético, un concierto en directo o la presentación de un libro, es decir: todas esas cosas que ahora dudamos tanto hacer o no, aunque no nos pensemos tanto las demás.

La situación es terrible para las miles de familias que viven en España de los actos en directo. Cuando el ministro de Cultura José Manuel Rodríguez Uribes, en abril, como respuesta a la crisis del sector soltó aquella cita de Orson Welles - «Primero la vida y después el cine»-, ya estaba dando la medida de su actitud y su capacidad. Claro que primero la vida, pero para eso no necesitamos un ministro de Cultura: bien podría haber dimitido o renunciar al sueldo. Creo que debemos potenciar la exigencia social, moral, civil, de qué es una existencia sin cultura. De lo que cada uno entienda como tal. No lo digo en plan élite, que podría ser, sino en el sentido inicial: hay cosas en la vida que nos la vuelven fácil, más apetecible o menos dura. Estoy con estas manifestaciones a favor de los espectáculos culturales en directo porque, como siempre, los bares se llenan tanto como los autobuses, pero tienes a esta gente formidable montando sus escenarios con su prudencia sanitaria extrema, y nadie les ayuda. Por eso hay que apoyarlos. Y porque, además de protegernos, también hay que vivir. Mientras se pueda, igual que a tantas otras cosas, atrévete a salir, disfrutar y sentir.