Tengo para mí que cuando el calor empieza a hacer de las suyas muchos cordobeses pasamos a ser criaturas de alborada o crepusculares. O una combinación de ambas cosas. Todo consiste en buscar la fresquita, ataviarse deportivamente, incorporar los complementos oportunos -léase móvil en el antebrazo o medidor de toda clase de parámetros, bidón, auriculares si procede y , eventualmente, perro- y, hale, a mover el esqueleto. Castigar el body, decían los de la movida. Cada cual tiene sus itinerarios favoritos. Corriendo o andando. Es muy sano y paso a paso -nunca mejor dicho- acaba uno adentrándose en insospechados cosmos ciudadanos además de cruzarse -y eventualmente trabar conocimiento- con personal de lo más variopinto. También se puede compartir ruta (y desayuno) con los amigos y hasta hacer otros nuevos. En esto último el factor perro suele jugar un papel determinante.

Si la vida puede ser eterna en cinco minutos, como cantaba Víctor Jara, la historia puede condensarse aún en menos. Y medirse en pasos, kilómetros, tiempos y calorías consumidas. Algunos comenzamos ese discurrir mañanero bajando, por ejemplo, por la calle de la Feria. El Ayuntamiento, con buen criterio, ha colocado unos modernos indicadores, animando al visitante a explorar una serie de itinerarios urbanos, que se suman a los rótulos ya existentes -con cierta estética de líneas de metro- indicando tiempos y distancias a pie entre distintos puntos del callejero. Con tal bagaje se puede bajar hacia el río en 3+1 dimensiones. Por un lado evocando mentalmente desde hostales para peregrinos a imprentas periodísticas, fuentes, visitas reales, rosarios de la aurora, ferias y celebraciones festivas, historias de murallas, iglesias, palacios, levantamientos populares, procesiones, añejas tabernas, toda clase de oficios -incluido el más antiguo del mundo- círculos culturales, etc, etc. Por otro, imaginando una particular línea de Metro con salidas y enlaces a la Corredera, a la calle Cabezas, la Casa de Góngora o el Museo Arqueológico, al Potro, sus museos y posadas o a la Mezquita. Dicho sea esquemáticamente y sin ánimo exhaustivo. Y, llegados a la Cruz del Rastro, nuestro geonauta particular resumirá esos cinco minutos de Historia en 900 pasos, 600 metros y 80 kcal más o menos. Ya tenemos tres dimensiones a conjugar.

Convengamos en que la calle de la Feria es una pequeña joya armonizando mundos en el espacio/tiempo. Aunque mejor no someter la infinitud, ni los siglos, a tan raudas, sintéticas y organizadas consideraciones. Dejemos que la eternidad comience cualquier lunes, como en el libro de Eliseo Alberto. Y dado que los siglos han dedicado su tiempo a seducirnos con semejante oferta merecen que, al menos, les devolvamos algo del nuestro de modo más sosegado.

Tanto en esos ámbitos como en el que resta. Y es que lo que por la mañana puede ser un Vivace ma non troppo (y a la vuelta un andante sostenuto -y gracias- sobre todo si se retorna por el mismo camino) al llegar la noche de los martes puede adquirir otros tintes. Especialmente a medida que uno se acerca a la Ermita de la Aurora y comienzan a suceder cosas en su pantalla estival que, en mediano formato, año tras año, ameniza, paralelamente a otras muchas, las veladas cordobesas. En julio habrá que andarse con cuidado por el barrio si empiezan a aparecer extrañas vainas, caen sospechosos meteoritos o entra en la Axerquía la fiebre de fabricar con chatarra naves espaciales. O si una impagable Jane Fonda haciendo de Barbarella, la reina del cómic erótico de los 60, que luce al final del film un rompedor traje verde de Paco Rabanne, induce a nuevas modas. Ello sin menoscabo de otras propuestas en sucesivos anocheceres.

Aunque este verano merece la pena pasar el Gran Río, a modo de Rubicón cinematográfico y llegarse hasta el C3A que se ha apuntado al cine estival las noches de los jueves con una atractiva oferta de películas y documentales relacionados con el arte contemporáneo al estilo de las salas Art House de Nueva York. De momento con una historia de cuatro mujeres durante los días del golpe de estado en Irán y con un concurrido Loving Vincent de Dorota Kobiela -la primera película realizada al óleo de la historia del cine- a las que seguirán un film sobre Marina Abramovic y una autobiografía imaginaria de Alejandro Jodorowsky. En agosto nos traerá el mundo de las Pussy Riot tras su plegaria punk en la catedral principal de Rusia y otros.

¿Y qué tal recordar, cruzando de nuevo el puente, los versos de Neruda que nos hablan de tardes en calles sobre las que descansa el fuego y noches en que las estrellas frescas suben al cielo para que crepiten sin quemarse las noches del verano? El calor también abre mundos a la Poesía. Ahí tenemos otra dimensión. No es medible espaciotemporalmente, pero desde luego nada desconocida. En Córdoba, más bien, muy, muy familiar.

* Periodista