El año 2021 se conmemorará el 25 aniversario de la creación de la Aneca y ya ha cumplido las «bodas de plata» el desaparecido Comité Nacional de la Calidad de las Universidades Españolas que fue el punto de partida de la evaluación de la calidad. De ambas instituciones fui miembro fundador. Después se crearon las Agencias Autonómicas, donde he participado en cuatro de ellas como asesor y evaluador.

Dimití de la Aneca al aprobarse el enrevesado programa Docencia. Una versión previa realizada bajo mi dirección mucho más simple y consensuada con los sindicatos (UGT, CCOO y CSIF) en una reunión en Badajoz para presentar el programa, este programa fue literalmente barrido de la Aneca cuando entraron compañeros de Educación con argumentos peregrinos (ej. el texto del programa no tiene ninguna cita bibliográfica); incluso algunos de ellos lo validaron previamente en un ejercicio de cinismo increíble. Es impresionante la cantidad de información requerida al solicitante para que solo se use no más del 25%.

En el VIII Foro de Almagro de 2006 sobre el tema, indiqué la necesidad de un cambio profundo en la evaluación de la calidad universitaria, después de más de 15 años de experiencia acumulada.

Resumo a continuación los cambios más relevantes que propuse (6 de 18) y que, lamentablemente, siguen sin ser corregidos:

--Énfasis compensado entre lo cuantitativo y cuantitativo. Al principio estaba justificado el empleo solo de números. Es necesario que el análisis cualitativo (ej. contextualización, méritos excepcionales muy relevantes no contemplados en el baremo, etc.) influya en la decisión final. Así en la nueva normativa Aneca para acreditar a catedráticos de universidad, no tendrían posibilidad de ser aprobados muchos premios Nobel por imponer un número mínimo de artículos publicados; así lo enfatizaron muchísimos medios de comunicación hace unos meses. La Agencia Andaluza no puede denegar la solicitud de un máster universitario como el de Química en la UCO, por faltar papeles fácilmente conseguibles, pese a tener una larga tradición (fue de los primeros de la UCO y referencia para otros), con una media de publicación de 150 artículos por año por el profesorado, con 60 estudiantes matriculados este curso y con cuatro universidades andaluzas involucradas.

--La simplificación y proporcionalidad es una asignatura pendiente de los sistemas de evaluación universitaria. Propuse en la Aneca que una empresa especializada se encargase de la simplificación de procesos evaluativos y el rechazo fue frontal. La mayoría de los universitarios relacionamos la evaluación con una horrible superburocracia, que genera desconfianza y te hace pasar días y días para completar una solicitud.

--La flexibilidad es también muy necesaria al evaluar. Está relacionada con la aproximación cualitativa descrita. La flexibilidad exige la excepcionalidad en casos puntuales bien fundamentados. Pero esta excepcionalidad (tomar decisiones contrarias a la normativa) no puede quedar en una decisión aislada. Mi larga experiencia en la gestión universitaria me hace proponer un «libro de excepcionalidades» que contenga de forma detallada porque se ha tomado esta decisión. Solo así se logrará una igualdad de oportunidades al tener referencias escritas.

--Enfoque integral de la calidad. La parcelación de la calidad es contrario al concepto verdadero de calidad. Es necesario contextualizar los resultados parciales de la evaluación separada de las actividades del profesorado y los servicios universitarios.

--La evaluación de la gestión de los cuadros directivos universitarios es una ausencia clamorosa en los sistemas actuales de calidad. Es fundamental porque el ejemplo es la mejor manera de alcanzar la autoridad y liderazgo en calidad.

--La calidad universitaria tiene repercusión social. La Responsabilidad Social Universitaria engloba a los sistemas de calidad. Debe existir un programa de evaluación del compromiso social de la universidad.

En resumen, propongo en este artículo una revisión profunda del funcionamiento de los sistemas de calidad universitarios para que sean más justos, amigables y simples, creíbles, flexibles, integrales, etc.

Hay que ponerse a ello. Ahora que tenemos a las universidades en el candelero por ser parte del título de un Ministerio, podría ser el momento óptimo para la reflexión y toma de decisiones para modificar las Agencias de Evaluación universitarias.

* Profesor jubilado de la Universidad de Córdoba