Con el ritmo que llevamos, quizá las próximas generaciones no tengan una vida tan larga como la de los mayores actuales, que a pesar de haber sufrido de niños la guerra civil y la posguerra, son duros como piedras y con unas ganas de vivir que ya te digo. Como todavía no han dicho nada los expertos sobre esta tendencia que intuyo, atengámonos al dato oficial y a las pirámides de población que hablan de legiones de viejos poblando España --y Córdoba, a la cabeza-- beneficiarios de unas mayores expectativas vitales y de los avances de la ciencia. Nada diremos de cómo va a costearse todo esto.

La cuestión es que habrá más viejos. Viejos que hayan perdido a su familia, o que vivan alejados de sus hijos y nietos. Viejos que vivían solos de jóvenes (en torno a un tercio de los hogares son hoy eso que se llama «unipersonales») y que siguen igual al hacerse mayores. Personas que no querrían morir solas, como la mujer hallada esta semana en Madrid quince años después de su deceso, y que tampoco era en el momento de su muerte una persona de edad muy avanzada.

Si eres una joven madre o un joven padre --bueno, las madres y padres ya no son tan jóvenes-- y estás loca por tener dos horas sin trabajo y sin niños, sin que nadie te hable a ser posible, has de saber que dentro de treinta años probablemente estarás loca porque alguien te dirija la palabra, alguien te interrumpa y te llame por teléfono, alguien se deje caer por tu casa a tomar café. Ley de vida, ¿verdad?

Quizá entre los treinta y los cuarenta años no sea el momento de pensar en estas cosas, y quizá para cuando sean ustedes mayorcitos ya tengamos en España un Ministerio de la Soledad como el que se puso en marcha en el Reino Unido. Pero no está de más que nos demos cuenta de cómo vamos tejiendo nuestras vidas en un creciente aislamiento bañado en likes que en el futuro pagaremos caro y de la importancia de, por el contrario, tejer sin tanta pereza esas redes de amistad, relaciones y atención a la familia más allá del núcleo padres-hijos, porque en ellas está lo esencial de la vida.