Ni siquiera la lluvia, que se ha presentado varias veces durante las dos semanas de la Fiesta de los Patios, ha logrado reducir el interés por estos recintos, ni la creciente pasión que despiertan entre los turistas y entre los cordobeses, para los que es su tradición más singular. Sin entrar en cifras, dado que, además, el control del número de visitas no aclara cuál ha sido la afluencia (habrá visitantes que recorran muchos patios y otros que se conformen con dos o tres), sí parece que este año se ha normalizado la entrada y no se han producido problemas significativos gracias a la acción de los controladores. Tiempo habrá para hacer balance de la fiesta, su desarrollo y sus repercusiones en la economía de Córdoba, pero al menos parece que las colas --a las que no estamos acostumbrados los cordobeses, pero son el pan de cada día en otras ciudades-- se han comportado con fluidez, permitiendo disfrutar de los recorridos. Es cierto que este año se ha renunciado al sistema informático, y tampoco hay que felicitarse de ello, pues el uso de las nuevas tecnologías es imprescindible, si bien no puede aplicarse de una manera improvisada y requiere inversiones y recursos humanos que deben sopesarse para futuras ediciones. La gran afluencia no es negativa en sí misma, aunque exige vigilancia y responsabilidad. Y, como hemos señalado en ocasiones anteriores, un esfuerzo para redistribuir las visitas por todas las zonas.