Adoptar a un niño es un paso realmente complejo, tanto por las razonables cautelas y trámites legales como por el hecho de que no hay tantos menores en situación de abandono total en España. En otros países, pese a la triste realidad de muchos de ellos, hay dificultades por las exigencias (que alargan los trámites entre siete y diez años) o por la inexistencia de convenios que permitan la adopción internacional. Esto ha llevado a que aumenten las adopciones de niños españoles. En Córdoba, el año pasado se tramitaron 28 solicitudes de adopción de niños nacionales frente a cuatro internacionales. Así, aunque son muchas parejas que querrían adoptar a un hijo, en Córdoba solo había a finales del año pasado 41 menores susceptibles de ser adoptados. Frente a esta realidad, la de los 300 niños que residen en centros de la provincia a la espera de familias de acogida. Es verdad que la figura de la adopción y la de acogida no son asimilables, ni siquiera comparables, pues el primer caso supone la definitiva integración en una familia deseosa de tener hijos y en el segundo estos menores tienen opción a seguir manteniendo relación con su familia biológica, y regresar con ella si se solucionan los problemas que han llevado al acogimiento. Sin embargo, desde la perspectiva de los menores todos necesitan apoyo, afecto, educación y cuidados, y la opción de la acogida es un paso enormemente generoso que se debe considerar.