Cuando hace más de dos lustros las máquinas entraron a saco en la hermosa rosaleda que había en el límite norte de los Jardines de la Agricultura, muchos cordobeses se preguntaron cuál sería el objetivo de la desaparición de ese bonito rincón que cada primavera nos regalaba una explosión de color y aromas. Mucho más tarde aparecieron otras que comenzaban a retirar tierra, con la inevitable aparición de restos de construcciones de los antiguos pobladores de nuestra ciudad, lo que motivó un primer parón en lo que parecía una alternativa positiva a la rosaleda, la construcción de una biblioteca por parte del Ministerio de Cultura y durante unos dos años hemos ido viendo, tras superar el parón del estudio de los restos encontrados, como crecía un moderno edificio que aportaba una nueva esperanza, pero al igual que otros proyectos culturales que no se han culminado en nuestra ciudad, como el famoso y caro proyecto de Palacio de Congresos, el pasado día 23 vi como una enorme máquina estaba desmontando las dos grúas que habían contribuido a la construcción del esqueleto de la biblioteca y que permanecían desde hace ya otros dos años estáticas, pero en pie, como banderas de esperanza de la culminación de la obra. Ya han desparecido y con ellas se abre un indeterminado período de incertidumbre de cuando se culminará el proyecto y si mientras tanto, los factores atmosféricos, las palomas y me temo que los ocupas no acabaran arruinándolo. Qué envidia de la iniciativa persistente de los ediles de otras ciudades andaluzas, como la misma Málaga, que sabe abrir nuevos cauces atractivos a sus conciudadanos y visitantes y así se la ve progresar, mientras la nuestra languidece con escasa lucha por completar nuestra oferta cultural, que serviría también de impulso a nuestra mejor industria, la turística.