Mira que los profesionales de la prensa hemos puesto a parir aquella frasecita de «hoy no toca», de Pujol, que vino a ser como que «los temas los elijo yo y te doy la carnaza, perro de la prensa, cuando, cómo, y donde quiero» pero que tantísimo se extendió entre todos los partidos. Más tarde se incorporaría el plasma de Rajoy, que mantenía a los periodista aislados de donde realmente se producía la noticia y sin la posibilidad de preguntar nada, aunque al menos tenía de la delicadeza de que ojos que no ven directamente, humillación que no se siente.

Ya hasta me parece fino, es un decir, el presidente Sánchez cuando se niega a hacer declaraciones a periodistas no citados... sin citar a nadie durante semanas.

Pero si me preguntan qué es lo peor en la relación política-prensa para el profesional de la información, para los medios, para la sociedad, la salud democrática y su derecho a estar informado, yo diría que no hay otro: el canutazo.

Verán. En la jerga profesional, el canutazo son esas improvisadas comparecencias con muchísimas alcachofas de radio y televisión, grabadoras y móviles delante de una persona que está haciendo declaraciones de alcance, de urgencia. Seguro que usted está familiarizado con esas imágenes de alguien rodeado de micrófonos a través de informativos de TV, fotos en prensa, películas... ¡Hasta se veían en filmes de los años 30 del pasado siglo! Normal, porque el canutazo siempre ha sido un instrumento útil para situaciones de emergencia, aunque los profesionales saben que esa fórmula es un sindios (expresión que se ha pedido que se añada al diccionario) con la que no se puede trabajar con normalidad.

El problema es que el canutazo, extendido y empleado para cualquier encuentro con la prensa como una mala hierba, ya roza lo patético. Es el reflejo de que el político solo quiere (y aspira) a 15 segundos en televisión, 140 caracteres en redes sociales, una imagen de importancia (a más alcachofas, más relevancia del puesto de verdura) y evita preguntas comprometidas. ¿Quién va a preguntar mientras el periodista lucha por mantener el brazo tieso durante media hora entre sobacos de compañeros, tomando notas a la vez y esperando que a él mismo no le haya abandonado el desodorante?

Más incomprensible aún es que dos días antes del encuentro con la prensa una alta institución te obligue a acreditarte y, al final, te encuentres con un canutazo y un guardaespalda que te pone el pecho en los morros media hora echándote atrás por ser bajito, regordete y el brazo no te llega para poner la grabadora entre los compañeros

Pero si, como intuyo, las próximas campañas electorales se van a basar en canutazos van, canutazos vienen, manteniendo incómodos a los periodistas para que nadie pregunte ni piense... pues mire, que se fumen ellos mismos sus canutos. Porque informar, lo que se dice voluntad informar... eso tiene que ser otra cosa.

Así que si ve muchas alcachofas delante de un político que hace declaraciones (que también hubieran podido hacerlas tranquilamente con un atril, conexiones de sonido para que al mover cabeza no se pierda calidad en radio, tiro de cámara limpio para TV y periodistas de prensa sentados y pensando) pues... no digo que desconfíen, pero téngalo en cuenta. No por el periodista, que a un servidor, como dice el refrán, ya le da igual que «me muerda un perro o una perra, que mordiscos son», sino por cómo le tratan a usted.