Una semana de vértigo político. Otra más. El lunes arrancaba en el Tribunal Supremo el juicio del procés. En ese contexto pocos veían posible un acuerdo para que Pedro Sánchez pudiera sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado que se votaban el miércoles en el Congreso.

El presidente había soltado amarras días antes cuando desde Cataluña se filtró el documento de los 21 puntos con la polémica figura del relator. El domingo se produjo la manifestación de PP, Ciudadanos y Vox en la plaza de Colón. Y entonces su equipo más próximo lo tuvo claro. La campaña iba a comenzar con el cordón umbilical ya cortado hacia los independentistas, centrando el mensaje en que ellos no han querido las cuentas y en la teórica debilidad de la derecha. Sánchez comenzó entonces a pensar en la fecha de las elecciones. Tenía a los líderes del partido pidiéndole que no se celebraran en mayo. Y tenía a sus asesores convenciéndole además de que una convocatoria rápida dejaría a «las derechas» descolocadas y a Podemos tocado en plena batalla interna y con las encuestas dándoles siete puntos por detrás del PSOE. Ambas factores podrían hacer a Sánchez recuperar voto de centro quitándole a un Ciudadanos escorado y hacia la izquierda recuperando los que se fueron a Podemos.

En las horas previas a la votación, Pablo Iglesias volvió a intentar un acuerdo a tres bandas: socialistas, independentistas y PNV. Pero el acuerdo no fue posible porque Puigdemont, con quien habló, no quería a los nacionalistas vascos con un papel importante y porque Pedro Sánchez, con quien intercambió mensajes el martes, se sentía engañado y ya no estaba dispuesto a más gestos. No habría mesa de partidos y no habría Presupuestos. Sánchez e Iglesias quedaron en volver a hablar el jueves. Y así fue. Pasada la votación y la derrota en el Congreso hablaron.

De hecho, Iglesias es el único líder al que el presidente del Gobierno llamó para advertirle del anuncio. Sánchez no ha tenido ese gesto ni siquiera con los líderes de su partido. Solo algún presidente autonómico recibió la confirmación de la fecha de las elecciones pero fue de mano de la vicepresidenta y solo minutos antes de que se anunciara públicamente. Tampoco supieron nada en el PNV ni en Esquerra Republicana. Solo Iglesias. Veremos si esa relación preferente se mantiene en campaña. Estamos ante las decimoterceras elecciones de la democracia después de la muerte del dictador. Igual los asesores del presidente aciertan. O igual le ocurre como a todos los presidentes que han adelantado comicios en España. Salvo Adolfo Suárez, todos tuvieron peor resultado en escaños al precipitar la fecha. Pero tampoco habíamos tenido un presidente vía moción de censura. Nos espera una primavera incalificable.

* Periodista