Bienvenidos al viejo mundo. El suflé de endorfinas que nos crece con el contagio y la euforia de las doce campanadas y las burbujas del cava, rápidamente se contrarresta respirando de nuevo el aire contaminado de la tozuda realidad. Pero no seré yo, al menos hoy, quien les hable de presupuestos generales, derivas secesionistas, gobiernos autonómicos, partidos en descomposición, convocatorias electorales o brexit duro. Ya habrá lugar para tan manidos temas. En la última curva de este circuito navideño, prefiero hablarles de algo más importante: de Usted y de mí. La pregunta es muy sencilla: ¿quiere ser víctima o protagonista de este año que tenemos por delante?.

No es ninguna propuesta indecente. Acabamos de cerrar un año y hacer balance de casi todo. Nos solemos quejar de muchas cosas: del tiempo, ya sea por frío o calor, del tráfico en horas punta, de los precios que oscilan, de la empresa, la familia, los salarios o la política. Nos hemos convertido en quejicosos desde la mañana a la noche. Nos alientan si consultamos cualquier medio de comunicación, lleno de sucesos lamentables y estadísticas preocupantes. Nos pasamos los días quejándonos, reclamando por todo y opinando de todo sin tener, en muchas ocasiones, una idea realmente conformada de las cosas.

Si nos preguntásemos cómo está la sociedad hoy, la mayoría respondería que esta agresiva, enfrentada, decadente. Hemos orientado nuestra mente a la crítica, hacia aquello que nos falta, haciendo de la queja el verdadero deporte de moda nacional. Viviendo en un estancamiento moral y vital, porque entendemos que no servimos para nada, que necesitamos que todo cambie para que nuestra vida mejore. Y no es verdad. Nos pasamos los años acumulando conocimientos y habilidades, valorando la experiencia. Pero lo que realmente nos cambia es la actitud, si esta es negativa dará igual nuestra realidad. Debemos dejar de ser víctimas y convertirnos en el protagonista que lidera su metro cuadrado, que elige ser respetuoso, solidario, optimista. El infierno y el paraíso no son un lugar, sino la decisión que tú tomas de liderar, educar y mostrar a los demás otra forma de vida. No podemos esperar que otros cambien para mejorar nuestras vidas. Seamos nosotros agentes del cambio que queremos vivir. El mundo no cambia con tu opinión, sino con tu ejemplo.

Tú eliges la sintonía que quieres oír y vivir. El partido no está fuera de nosotros. Cada mañana elegimos, con cada decisión que tomamos, vivir entre la excelencia o la mediocridad. Gozamos hoy de la mayor esperanza de vida planetaria y tenemos más comodidades que nunca, deberíamos tener un sentimiento permanente de gratitud cada día y, sin embargo, estamos preocupados por lo que nos falta cuando la mayoría de la población mundial no tiene agua caliente, ni tres comidas diarias, ni un techo confortable. El camino más largo a recorrer este año, está a unos centímetros y transita de nuestra cabeza a nuestro corazón: darnos cuenta de lo que tenemos y no de lo que nos falta.

Los reyes de Oriente podrán traerte regalos o carbón, pero ¿y tú?: ¿qué te vas a regalar este año que estrenas: un pañuelo para enjugar tus lágrimas, un altavoz que difunda tus quejas, unos cascos para no escuchar nada, o un espejo que refleje el mundo que te gustaría disfrutar?

* Abogado y mediador