La brutal e interminable crisis provocada por las altas finanzas internacionales, cuyo poder deja en mantillas al de los mandatarios políticos estatales, ha producido, además de los económicos, otros efectos igual de perniciosos. Están funcionando democracias que solo conservan el nombre, pues sus métodos tienen grandes semejanzas con los de la antigua KGB soviética. A esto se ha unido que el cinismo y la corrupción alcanzan cotas elevadísimas en todos los continentes. Actualmente están en la cárcel, o en vísperas, altos gobernantes de Francia, Sudáfrica, Brasil, Corea del Sur...Con este caldo de cultivo han llegado, en progresión ascendente, los antisistema de derecha e izquierda. En nuestro país, en donde el reaccionarismo secular no tiene partido propio e indiferenciado de los conservadores, se notan, en primer término, los antisistema de la izquierda más ácrata.

Para mejor entender la actitud antisistema debemos empezar por el análisis de su consistir. La primera característica es que sus ideas parten de una dura consideración: la democracia está mostrándose como una realidad caduca, como un sistema inútil que, en consecuencia, debe ser extirpado. Situación que no impide a sus formulaciones electorales presentarse edulcoradas, aunque cualquier observador advierta que, en verdad, son falsos regeneracionistas con ilimitados deseos de alcanzar el poder usando las urnas y el pluralismo democrático. Ahora bien, por lógica elemental, quienes en una democracia, sin adjetivos que la desvirtúen, van contra el sistema, parece indudable que, pese a la oscuridad de sus formulaciones, andan muy cerca de las viejas «democracias populares» que, bien miradas, no eran ni lo uno ni lo otro. Eso explica, mejor que la señora Cifuentes su máster fraudulento, muchas actitudes que diariamente ejercen a machamartillo, pues su objetivo final es socavar un estado de cosas al que tachan de injusto, anticuado y corrupto, para reemplazarlo por una utopía más o menos fumosa. Así se han comportado siempre, al comenzar su andadura, al bajar de Sierra Maestra, todas las revoluciones que en la historia han sido, muchas de las cuales resultaron antesala de dictaduras

Consecuentemente, parece normal que consideren al Parlamento una sala de lactancia, o que, a la hora de celebrar una efemérides democrática --las primeras elecciones libres que hubo en España tras 40 años de dictadura--, acudan con un clavel en la mano para denotar, con ese gesto, que ellos no valoran el acto y prefieren usarlo para rememorar a las víctimas del franquismo. Reconocimiento parlamentario que puede ser plausible, siempre que no tenga como fin desvirtuar la celebración convocada para dar lustre oficial a la llegada de esa democracia que, aún defectuosa, permite la ocupación de escaños a quienes abominan del sistema y del quehacer de la Transición.

En definitiva, quieren derrocar el estatus político existente, empezando por menospreciar sus liturgias, para ocupar los órganos de decisión y las instituciones cardinales. Por eso, a veces, antes de cualquier pacto o concierto, ponen sobre la mesa --¿no lo recuerdan?-- sus pretensiones ministeriales y los miembros que desean colocar en los entes públicos que pretenden controlar.

Para concluir este flash, brevísimo análisis de la actitud antisistema, vamos a concretarlo en tres desiderátums que los guían. A saber: extirpar la monarquía, contribuir al metódico deterioro institucional y derruir, o degradar, a los competidores socialistas. De esto último, algunos miembros del PSOE, que se consideran clarividentes, todavía no están convencidos.

* Escritor