Hace unos días se conmemoraba la jornada internacional contra el acoso escolar. Con tal motivo se han hecho públicos varios estudios sobre el alcance de esta auténtica lacra, que ponen cifras y formas a una práctica silenciosa por su naturaleza pero de gran impacto, tanto por su extensión como por la vulnerabilidad de las víctimas y las consecuencias que para estas puede representar. Así, se denuncia que el acoso lo sufren uno de cada tres niños según el informe de la Fundación Anar, o de cada cuatro según el informe Cisneros, teniendo en cuenta que no solo es físico, sino también psicológico, social o cibernauta. Y entre las causas destacan, para el agresor, el sentido de superioridad, de mera diversión o de venganza, que tantas tragedias y exclusiones provocan unos años después en la vida de adultos, cuando dichos patrones no son corregidos a tiempo. Alumnos que se mofan y acosan a otros alumnos, terminarán haciendo lo mismo con sus parejas, compañeros de trabajo, vecinos de otras razas o credos. De la ignorancia viene el miedo, del miedo viene la intolerancia. La educación es la llave de la aceptación.

Partiendo del concepto de acoso, según la Real Academia, como el apremio de forma insistente a alguien con molestias o requerimientos, varias conclusiones se pueden apuntar sobre esta realidad. La primera es que, dados a etiquetar rápidamente cualquier conducta, no toda riña es un acoso, y debemos concretar y definir que se entienda por éste un continuado y deliberado maltrato verbal y modal que recibe un alumno por parte de otro u otros compañeros, que se comportan con el cruelmente, con el objeto de someter, amilanar, arrinconar, excluir, intimidar, amenazar u obtener algo de la víctima mediante chantaje y que atentan contra su dignidad y sus derechos fundamentales en una situación asimétrica y de inferioridad. En consecuencia el acoso entraña la falta de respeto hacia la identidad, autonomía, voluntad y personalidad de otro ser humano.

La segunda conclusión es que el acoso escolar, es otra cara más de la manifestación del mismo acoso, que se suma al laboral contra los trabajadores más vulnerables, o al acoso sexual respecto de las mujeres. O dicho de otra manera, si se previene el acoso escolar, estaremos educando y también evitando en un buen porcentaje a los depredadores sexuales o al prevalimiento frente al trabajador.

La tercera conclusión, ante tantas caras del mismo acoso, es el modelo de sociedad que estamos construyendo y el papel de las familias y de la escuela, puesto que toda la sociedad educa, y no podemos aislar el resultado final entre la suma de sus componentes. Lo que es llamativo ante la falta de acción de la mayoría de los adultos, la negación o el proteccionismo en otros casos, y la falta de una política de Estado educativa que busque, junto a la fracasada excelencia académica, el desarrollo integral de la persona y la asunción de unos valores básicos con los que conducirse en la vida, entre los que resalta el respeto a la dignidad, la diversidad y a la propia identidad del otro.

* Abogado y mediador