Llegan solos. Cada vez más. El 70% vienen de Marruecos. Otros llevan a sus espaldas miles de kilómetros recorridos. Muchos han sufrido lo que no podemos ni imaginar. En el 2017 llegaron a España 2.500 menores no acompañados. El 60,4% más que en el 2016. Este año, la cifra sigue en aumento. Hasta hoy, suman unos 7.000. Una llegada que choca con un sistema de acogida con demasiadas deficiencias y que recae en unas pocas comunidades. Andalucía tutela a más del 30% de esos menores. Cataluña, al 14%. Les siguen País Vasco, la Comunidad Valenciana y Madrid. Lograr un reparto que asegure la protección de esos menores es lo más urgente. No todas las autonomías lo entienden así, como se ha comprobado en la reunión mantenida por la ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, Magdalena Valerio, y los responsables en materia de inmigración de las comunidades. Cuesta comprender que la Conferencia Sectorial de Migraciones no se haya reunido desde el 2015, pero también es importante que este solo sea el primer paso para seguir abordando el problema, mucho más grave que unas partidas presupuestarias. Los menores que llegan solo quieren trabajar y salir adelante. Ellos y las familias que abandonan. Si no reciben la ayuda necesaria, les condenamos a la exclusión social. Sin futuro, sin nadie que les eduque en los valores de convivencia, sin tener claros sus derechos ni sus deberes, su potencial solo puede derivar en conflicto social. Llegan solos pero, si les acompañamos, todos saldremos ganando.