Las autoridades de inmigración de Austria se salen del parchís. Si hace una semana se difundió que la oficina de asilo y migración de Viena había rechazado la petición de asilo de un joven afgano de 18 años porque no parecía “suficientemente gay» («la manera de caminar de usted, su actitud y su forma de vestir no dejan entrever en absoluto que pueda ser homosexual; al no serlo, usted no tiene nada que temer si regresa a Afganistán»), ahora es rechazada la solicitud de asilo de un joven iraquí de 27 años por considerar que sus maneras son «demasiado de chica» y «no auténticas». Si a Puigdemont y su troupe les hubiera dado por refugiarse en Austria en vez de Bélgica, a lo mejor no hubieran pasado la prueba del algodón.