Sí, aciagos tiempos los que nos ha tocado vivir de nuevo, nosotros, que votamos la Constitución entre tantos sueños cuando cayó la Dictadura. ¡Nosotros y nuestros espejismos! Ahora, vuelta a emborronar y envenenar todo lo que fuimos y lo que nos prometimos ser para embarcarnos en una patria en paz. Ahora solo somos, ¡otra vez!, la vieja nueva miseria de demolición por el viejo nuevo placer de destruir lo hecho y destruirnos. En las fallas de Valencia, por ejemplo, veo un símbolo de esta demencia. Un año de trabajo, dinero e ilusiones para levantar otra bella obra de reflexión y de catarsis, pero con el único destino de meter fuego y ver arder, y convertir en cenizas para nada, para barrerlas y volver a empezar lo mismo el nuevo año. ¡Triste destino el que nos inoculamos generación tras generación! Salir de otra dictadura, soñar otra república, celebrar otra constitución, alumbrar otra democracia, inventar unas autonomías, exaltar lo genuino, patria, lengua, tradiciones, para meterle fuego en el continuo carnaval, en la continua feria de las oscuridades, sin creencias, por el mero placer de destruir. La nada plasmada en fuego y en ceniza. La hoguera de las oscuridades, y volver siempre a empezarla, sin aprender nada del sufrimiento provocado por lo más inhumano: el odio, la obcecación, la envidia, la mentira, la venganza, el victimismo, las banderas, ¡tantas banderas!, ¡cuarenta millones de banderas!, cada uno con la suya, reivindicando otro color porque no le han hecho caso y no han implantado su república, su dictadura, su constitución, su democracia, su autonomía y su lectura de la Historia. Cada cual metido en su cubil, rumiando rencor y esperando la ocasión para satisfacerlo; lamiéndose las heridas de su rabia y su venganza frustradas, de su deseo de destruir y su anhelo de aprovechar la más leve ocasión para morder todo lo que alcance. ¿Cómo podemos estar y seguir estando, generación tras generación, tan encerrado cada cual en sí, su idea y su revancha? ¿Cómo podemos colocarnos a nosotros mismos y a los demás ante otro desastre histórico, y luego arrepentirnos, y luego volver a comenzar? Sí, somos el circo ibérico en un enigma histórico, pero en un enigma trágico, esperpéntico, estúpido e histriónico. Sí, somos demasiado esdrújulos.

* Escritor