En los últimos años la movilidad ciclista ha vivido un fuerte crecimiento en muchas ciudades españolas, una transformación que puede ser muy positiva si la gestionamos adecuadamente. La bicicleta es un vehículo ligero y eficiente, que además ocupa poco espacio y no contamina, motivos más que suficientes para apostar por su uso e implantación, especialmente en ciudades como Córdoba, donde las condiciones orográficas y climáticas son favorables para ello.

Por desgracia, en numerosas ciudades españolas la apuesta por la bicicleta se ha basado principalmente en favorecer su circulación junto a los peatones en vez de en incrementar su seguridad en la calzada, un fenómeno que ha significado un importante aumento de la conflictividad entre los peatones y los ciclistas. Esta situación, desde el punto de vista de la coordinación técnica de la Red de Ciudades que Camina, no tendría que producirse, puesto que es perfectamente posible apostar por la movilidad ciclista sin perjudicar por ello a los peatones.

Tal y como expone el manifiesto La acera es peatonal , un texto elaborado por asociaciones de peatones, ciclistas, ecologistas, sindicatos y personas con movilidad reducida, "las aceras de nuestras calles son espacios públicos esenciales para la vida urbana, en los que nos comunicamos, conversamos, intercambiamos, jugamos, corremos, caminamos o, simplemente, estamos de pie o sentados", de manera que el tránsito de vehículos en dichos espacios "rompe la complejidad y el carácter que tienen, es decir, la forma en la que estamos y nos comportamos en ellas", una situación que resulta especialmente perjudicial para los grupos más vulnerables de la sociedad.

Los problemas de seguridad de los ciclistas en la calzada, por tanto, no deben resolverse a través de la construcción de aceras-bici al mismo nivel que los itinerarios peatonales, la modificación de las normativas para permitir su desplazamiento sobre estos o la permisividad de la Policía Local hacia este tipo de prácticas. Es necesario considerar a la bicicleta como lo que es, un vehículo que debe circular con normalidad en la calzada, y que debe potenciarse con carriles bici a distinto nivel de acera, clases de educación vial para ciclistas, calles con velocidad 30, contracarriles y permisos puntuales para circular en determinadas áreas peatonales en las que se indiquen y se cumplan las limitaciones horarias, una velocidad reducida y la prioridad absoluta de los viandantes.

No se trata de una utopía, tan sólo es necesario seguir los pasos de aquellas ciudades que avanzan con fuerza hacia un nuevo modelo de movilidad más favorable tanto para los peatones como para los ciclistas: Nueva York, Copenague, Nantes o Vitoria-Gasteiz son buenos ejemplos.

* Coordinador técnico de la Red de Ciudades que Caminan