La Real Academia de Córdoba ha querido salir al ruedo para participar en los actos conmemorativos con motivo del centenario del nacimiento de Manolete. Y lo ha hecho con una serie de conferencias y una mesa redonda que han abarcado no sólo la mítica figura del torero, sino la Córdoba de su tiempo, el ambiente político, social y económico que envolvía la ciudad. Abrieron el cilo de conferencias, el académico correspondiente Juan José Primo Jurado, historiador y autor de un libro titulado como su conferencia, La Córdoba de Manolete, y Rafael Jordano Salinas, también miembro correspondiente, quien se centró más en la figura del torero y en su entorno familiar y personal. Jordano habló de los hitos de su carrera, recorrió las crónicas, elogios y críticas que Manolete recibió en su tiempo, explicando con detalle, sus aportaciones a la tauromaquia. Fue una conferencia documentada y enriquecedora. Por su parte, Primo Jurado describió así a la Córdoba del tiempo de Manolete: «La Córdoba de la posguerra era un yermo empresarial, una ciudad dominada por los grandes agricultores, rentistas y conservadores. El historiador Cuenca Toribio la define con estas palabras: “La burguesía terrateniente afincada en la ciudad impondría sus códigos a la hora de encuadrar costumbres y mentalidades en una Córdoba convertida en arquetipo de la capital de provincia que el franquismo deseaba y propiciaba. La Córdoba del primer franquismo sería así una Córdoba recoleta, límpida y apacible, paraíso de castas y oligarquías, conservada en el alcohol del tiempo en su morfología arquitectónica». Evoca tambien Primo Jurado unas palabras del poeta Pablo García Baena, quien pone el dedo en la llaga del retrato de esa Córdoba de posguerra: «Córdoba era una ciudad de callejas estrechas como torrentes, tapiales altos. Dentro estaban los cordobeses ceñidos a sus patios, a sus amigos, a su mundo interior. Rodríguez Luna, el pintor de Montoro, me contaba el ideal de un intelectual cordobés desde el exilio de México: volver a su patio regado, a su pijama y mecedora, a la maceta de albahaca y al gazpacho. Secular sabiduría. Pero la convivencia también puede ser el desdén. Continuamente el ojo en el tragaluz que acecha, la mirada tras la persiana, el resquicio que ve el pecado oculto». A continuación, el conferenciante afirma que Manolete era la expresión de Córdoba y así lo definía Pemán: «Porque Córdoba es la ciudad de la verdad. O sea, Córdoba tiene un campo a la salida que se llama Campo de la Verdad. Y Córdoba tiene una suerte, la del volapié, que le llaman los toreros la suerte o el momento o la hora de la verdad, porque en Córdoba no hay más verdad que aquella por la que se está dispuesto a morir. Manolete era el torero que iba siempre dispuesto a morir y que estaba siempre a un centímetro del último peligro». La Real Academia de Córdoba ha acertado de pleno con su ciclo de charlas dedicadas a la figura de Manolete y a la Córdoba de su época. Así lo anunció su director, José Cosano: «Queremos explorar, no sólo en la mítica figura del torero, sino en el alma de una ciudad, cargada de siglos y rebosante de historia». José María Pemán pregonó a Córdoba cómo debía de llorar a su mejor torero: «Hay que llorarlo, Córdoba, como pasa tu río, / bajo los arcos altos de tu puente en silencio, elegante y sereno».

* Sacerdote y periodista