Hace ya varios años, Claudio Magris, periodista, escritor y ensayista, se atrevió a señalar la hora dificilísima que vive Europa y a proclamar la necesidad de conformar con urgencia una «conciencia cívica», porque «Europa corre un gran riesgo y si nos unimos todos quedará devaluada y sin relieve por las grandes potencias económicas». A la vista está. El triste espectáculo del barco Open Arms, intentando desembarcar a los 138 migrantes rescatados del mar, conmueve las entrañas de la opinión pública, reclamando que, de una vez, se afronte por Europa el gravísimo problema de la emigración. La lamentable imagen de descoordinación y de incapacidad para avanzar en una politica migratoria común de los Veintiocho le da argumentos a los populistas antieuropeos, de izquierda o de derecha. En junio, el papa Francisco se dirigió tambien a Europa, pidiéndole que vuelva a ser el sueño de los padres fundadores. Sus palabras fueron clarividentes: «Si Europa no mira bien los retos futuros, Europa se marchitará. Siento que Europa está dejando de ser la ‘madre Europa’ y se está convirtiendo en la ‘abuela Europa’. Se ha envejecido, ha perdido el deseo de trabajar juntos. Quizás, a escondidas, alguno se puede hacer la pregunta: ¿No será este el fin de una aventura de 70 años? Hay que retomar el espiritu de los Padre fundadores. Europa tiene necesidad de sí misma, de la propia identidad, de la propia unidad; y superar, con tantas cosas que la buena política ofrece, las divisiones y las fronteras. Estamos viendo las fronteras en Europa: esto no hace bien. Ni siquiera las fronteras culturales, no hacen bien». Y Francisco pone el dedo en la llaga y el grito en el cielo: «Pero, por favor, que Europa no se deje vencer por el pesimismo o las ideologías, porque Europa, en este momento, es atacada no con cañones o bombas, sino con ideologías». El vaivén inaceptable de la inmigración exige de las fuerzas politicas una posición razonable y conjunta para hacer frente a este problema. Europa necesita soluciones.

* Sacerdote y periodista