El puño bien cerrado y La Internacional cantada con alguna que otra disonancia retrotraían los mítines de Pedro Sánchez a épocas lejanas. La de aquel anuncio de un gramófono con un perrito atento al sonido que salía de una gran trompeta, la «Voz de su Amo»; pegadizo eslogan publicitario. Me refiero a los recientes mítines que le catapultaron a ganar las Primarias. Los socialistas más viejos del lugar se imaginaban con su pizca de nostalgia el XXVIII Congreso Extraordinario del PSOE, del 20 de mayo de 1979, que rechazó la propuesta de Felipe González sintetizada en esta frase: «Hay que ser socialista antes que marxista». El entonces secretario general había dicho: «Estoy en la política por un impulso ético que no suena demasiado revolucionario ni demasiado demagógico». Lo contrario a lo tan demagógico oído en los citados mítines --«No es no»-- por una militancia azuzada a la confrontación en lugar de a la reflexión. En aquel llamado «XXVIII y medio Congreso» celebrado meses después del de mayo de 1979 se impuso la cordura y resultó vencedora la candidatura encabezada por Felipe González. Por fin fue suprimido el término marxista. El 15 de noviembre de 1959 se clausuraba en Bad Godesberg, un barrio de Bonn, el primer Congreso extraordinario del SPD tras el hundimiento del nazismo. La resolución aprobada suponía en síntesis la renuncia al marxismo. Felipe González coincidiría veinte años después con Willy Brandt. El socialismo aspiraba a una Europa social no marxista como única manera de frenar al capitalismo salvaje. Lo «otro» fracasó sangrientamente, Pedro y Pablo...

* Periodista