Los líderes del PSOE y de UP quisieron escenificar la firma de su aparente acuerdo relámpago de diez puntos con un icónico abrazo que quizás acabe teniendo más valor artístico y literario que estrictamente político. A todos nos llenó de sorpresa e incredulidad; a algunos, también de esperanza y satisfacción; a otros, bastantes, ciertamente de temor y desasosiego. Veremos cómo evolucionan los protagonistas tras esta estudiada puesta en escena.

Entre los números 106 y 108 de la Via Ostiense, la calle que comunicaba a la Antigua Roma con la ciudad portuaria de Ostia, un relieve en mármol conmemora el abrazo fraterno de Pedro y Pablo antes de separarse para abrazar cada uno su personal martirio: Pablo en lo que ahora se conoce como Las Tres Fuentes; Pedro, en el circo de Nerón, donde se levanta el Vaticano. Aquel lejano abrazo de Pedro y Pablo se convertiría en una imagen icónica para la Iglesia Cristina. Hay numerosísimas representaciones de ese abrazo entre los antiguos enemigos, de pronto unidos por una misma fe. Pedro y Pablo se convirtieron en los Rómulo y Remo fundacionales para la nueva Roma cristina. En esa dirección apuntaba el Papa Benedicto XVI, quien añadía una segunda comparación con otra famosa pareja de hermanos: «Se puede pensar también en otro paralelismo opuesto, siempre a propósito del tema de la hermandad: es decir, mientras que la primera pareja bíblica de hermanos nos muestra el efecto del pecado, por el cual Caín mata a Abel, Pedro y Pablo, aunque humanamente muy diferentes el uno del otro, y a pesar de que no faltaron conflictos en su relación, han constituido un modo nuevo de ser hermanos, vivido según el Evangelio».

Quizás sea el Greco quien mejor haya sabido trasladar al lienzo la historia y el significado de ese abrazo fraternal entre los apóstoles. Por debajo de la imagen de unión que ofrece, el lenguaje gestual revela una reconciliación incompleta, reflejada en unas manos que se cruzan sin llegar a tocarse; y también muestra a un Pedro que cede ante un Pablo que sujeta su espada con poderío.

Los expertos en comunicación no verbal también han intentado descifrar estos días el significado subyacente del abrazo entre Pablo y Pedro, los líderes de la izquierda que se ha postulado para sentar las bases de una nueva España de progreso, justicia, y quizás también «pluriunidad», neologismo de inspiración cuántica con el que se me ocurre nombrar esa especie de unidad en la pluralidad, o Santísima Plurinacionalidad, tan del gusto de estos dos nuevos apóstoles.

Los gestos ponen de manifiesto ciertas contradicciones con un supuesto acuerdo espontáneo y sincero. Es cierto que se observan demostraciones de alegría, pero sobre todo por parte de Pablo Iglesias. Pedro Sánchez ha hecho muecas, más bien, con unos labios apretados que reflejan el esfuerzo. Se han dado un apretón de manos en el que Iglesias ha apretado mucho, mientras que Sánchez apenas ha despegado su mano del cuerpo. Y, al saludarse sin mirarse con claridad a los ojos, han demostrado una absoluta falta de complicidad.

En el abrazo final, de nuevo, Pablo ha estado más apasionado, señal de que deseaba más el sí quiero para convertirse en vicepresidente, mientras que Pedro muestra incluso algo de resignación y desprecio. Tras esa intensa escenificación de su acuerdo, ambos quisieron cargarlo aún más de simbolismo y se dirigieron al cuadro El Abrazo que, según su autor, el valenciano Juan Genovés, ha de entenderse como símbolo de la reconciliación entre españoles y no debiera emplearse de forma partidista.

Efectivamente, el abrazo de Pedro y Pablo no ayuda a reconciliar y reunir a la gran mayoría de los españoles. Ese abrazo suyo ni siquiera reúne de forma creíble a la izquierda. Nuestro futuro presidente debería buscar un abrazo más grande por medio de una gran coalición. ¿Hasta dónde van nuestros políticos a dejar crecer los problemas antes de admitir ese gran abrazo como imprescindible para poder enfrentarlos con ciertas garantías de éxito?.

* Profesor de la UCO