El aire de familia de los nombres es una identidad. Ya sea con Cenemesa a principios de siglo, como Westinghouse en 1970 o como Cenemesa, de nuevo, en 1987, tras el estallido democrático, la actual ABB forma parte de nuestro paisaje sentimental, de todos esos pliegues soterrados que acumulan historias en silencio desde aquella primera Constructora Nacional de Maquinaria Eléctrica. Con su cima pasada de 1.700, y manteniendo la marca de sus buenas instalaciones y prestigio profesional de sus obreros, hoy son 350 los trabajadores que tratan de levantar la persiana de sus horas. Ha habido más protestas laborales ante otros planes de reajuste laboral ante otros propietarios, sucesivos en su lejanía de las cifras que parecen ajenas a su temblor de piel, pero ahora ABB tiene un acuerdo de venta de su negocio de redes eléctricas con la multinacional japonesa Hitachi. El cierre de la línea de fabricación de interruptores HV causaría el despido de 49 trabajadores en Córdoba. Es difícil imaginar ese encogimiento del pecho en las mañanas de estas 49 familias ante unas negociaciones que se alargan, pero que se están caracterizando por la solidaridad laboral y el compañerismo ante el peso del dolor. ABB Córdoba es una referencia internacional en la fabricación de grandes transformadores de potencia aislados en aceite. Exporta a toda Europa, Latinoamérica y Estados Unidos. Su facturación ronda los 150 millones de euros. La preocupación de los sindicatos y los trabajadores es real porque no es una plantilla al borde de la jubilación, sino joven y a pleno rendimiento. La tensión se ha sumergido en las interioridades del alma y pasa como aquellas tormentas transparentes que escribió el poeta Javier Lostalé, cuando hablamos de tornados domésticos que pueden quebrar familias con su inseguridad sobrevenida. Ojalá los avances de estos días puedan mejorar las condiciones y humanizar aún más un negocio que necesitamos como ciudad, en la iluminación del futuro.

* Escritor