¿Cómo pudimos aguantar el calor en aquella época de nuestra niñez cuando el abanico era la única manera de airear el ambiente? Abanicos moviéndose al unísono en las iglesias, en los lugares cerrados, en las calles, tan actual. Pero si nos remontamos al siglo XX, año 1902, un joven ingeniero americano, Willis Carrier, ideó el aire acondicionado o climatizado del que hoy disfrutamos. Cuando realmente descubrí este invento maravilloso fue a final de los años 50 en los cines madrileños. Además de anunciar la película destacaban lo de refrigerado. No sabía entonces que en 1937 Chicago ya tenía refrigerados un montón de cines; otro adelanto más allá de los mares. Sin embargo aquí fuimos por delante en ver películas con el airecillo nocturno tan natural. Me refiero a los inolvidables cines de verano. Ya con el incipiente cine mudo alguno que otro corralón se convirtió en cine al aire libre. Algo parecido ocurrió con las neveras -de nieve o sea de hielo- que veíamos en las películas americanas en los años cuarenta. Aquí ya teníamos los cántaros, las jarras, los botijos; toda clase de alfarería milenaria sobre todo de origen árabe. Tengo un botijo en El Escorial que, colgado estratégicamente en una terraza, convierte el agua en una bebida aireada no con hielo sino con el aire de los pinares cercanos. Agua fresquita natural y no helada que te achicharra, valga la paradoja, las cuerdas bucales. Los muchos aparatos dirigidos a las calles las hacen más calurosas al expulsar el aire caliente. Pero con este calor no pensemos en sus inconvenientes. El aire climatizado se ha convertido en imprescindible.

* Periodista