Recordemos: el feminismo es una teoría política y un movimiento social que tiene unos principios y una agenda forjados histórica y académicamente, por ello hay que afirmar rotundamente que no hay tantos feminismos como personas y que dentro del feminismo no cabe aquello que no conduzca a la emancipación de las mujeres en su momento histórico.

El año pasado el 8-M fue un éxito, pero quienes participamos intuimos algo de lo que ha pasado después, porque este movimiento, al tener siglos de historia, de análisis y de experiencia práctica, también puede prever determinados comportamientos sociales. Entre los acontecimientos más significativos, destacaría los siguientes: en primer lugar, se han frustrado ciertas expectativas porque las condiciones de vida de las mujeres no han cambiado en lo sustancial, lo cual es lógico, teniendo en cuenta que el objetivo del feminismo es, nada más y nada menos, que luchar contra un sistema de dominación. En segundo lugar, se han iluminado espacios de sombra en el ámbito de la justicia, en el ejército y en otros, que han mostrado los límites de la libertad de las mujeres cuando ocupan solas el espacio público. Las mayores lo sabíamos pero las más jóvenes han visto que la libertad que creían tener para vivir sin ser agredidas o asesinadas no era tal. En tercer lugar, los partidos que despreciaron el 8-M pasado y atacaron a las mujeres feministas, ahora lo han tomado como una oferta electoral, no sin antes vaciarlo de contenido teórico y práctico, de manera que ofrecen puro machismo envuelto en un lenguaje engañoso de argumentario.

Lo más significativo es que se está produciendo un movimiento reactivo contra las mujeres y contra los avances del feminismo antes incluso de que se alcancen los logros previstos, como apuntaba Faludi en su obra Reacción. Y la reacción es más dura que nunca porque, por primera vez en democracia, algunos partidos políticos se han organizado para actuar en contra de los derechos de las mujeres.

¿Cuál es la situación en la actualidad? En términos agregados, las mujeres tienen sueldos más bajos, pensiones más bajas, más problemas para trabajar porque se ocupan de sus familiares, tienen empleos mucho más precarios, son agredidas en mayor medida que los hombres, son violadas por grupos de hombres, presionadas a tener un determinado aspecto, su representación en los puestos de poder es mucho más limitada cuando deberíamos ser el 50%, la ciencia es una carrera de obstáculos en lugar de una carrera profesional y se podría continuar enumerando situaciones que definen la situación de desigual entre hombres y mujeres. Pero los datos nunca han vencido a la propaganda.

¿Cuál es la agenda? A todas las cuestiones anteriores que forman la agenda del feminismo, por si fueran pocas, habría que sumar lo que Amelia Valcárcel llama «agenda sobrevenida», que son aquellas iniciativas que proponen que las mujeres sean, o bien prostitutas, o bien reproductoras para parejas estériles, o reproductoras de la fuerza de trabajo que pagará las pensiones futuras. En el lenguaje del márketing político estas situaciones aparecen disfrazadas bajo el mito de la libre elección, explicado perfectamente por Ana de Miguel. Y es que la libertad de elección es un mito cuando no existe igualdad entre las personas implicadas en una decisión. Si no hay igualdad las personas no pueden elegir sino que se ven abocadas a una situación por diferentes razones: por miseria, porque han sido secuestradas o porque han sido educadas para servir a otros.

¿Cuáles son los riesgos del momento actual? El riesgo mayor, en mi opinión, es no ver la magnitud de la reacción, porque las declaraciones de intenciones de los partidos políticos actuales podrían pasar desapercibidas de una en una, pero juntas recuerdan al libro de Martín Gaite Usos amorosos de la postguerra española, ya saben, la mujer llevando el coñac a su marido cuando llega del trabajo. Y las mayorías parlamentarias pueden legislar en cualquier sentido, no lo olvidemos.

En definitiva, hay una parte de la sociedad española que quiere que las mujeres sigan desempeñando los roles que ocupaban en los años pre-democráticos, que acepten su destino biológico, como se ha dicho en el Parlamento andaluz. Pero también hay otra parte de la sociedad que exige que las mujeres accedan a la mitad de todo, porque somos el 51% del censo. Esta posibilidad es percibida por algunos hombres como una pérdida y eso es lo que provoca la reacción machista.

Por lo tanto, yo resumiría la situación en unas pocas palabras: estamos en peligro.

* Doctora en Sociología