No es una fórmula matemática ni claves para hundir barcos; es sencillamente la suma ordenada donde el orden de los factores sí altera el producto. Durante estos días hemos oído hablar mucho de dos fechas emblemáticas en la historia contemporánea de Andalucía: el 4 de diciembre de 1977 y el 28 de febrero de 1980. Mucho más de la primera, lógico, se cumplen cuarenta años, pero mezclándose realidades políticas bien diferentes.

El 4 de diciembre de 1977 solo estaba precedido del referéndum de la reforma política del 15 de diciembre de 1976 y de las primeras elecciones a cortes constituyentes el 15 de junio de 1977. En la festividad de Santa Bárbara del 77 ni había tronado la Constitución del 78, ni por asomo estaba diseñado el mapa de las autonomías. Por tanto, aquel día se reivindicó una clara vocación de comunidad, de identidad y de proyecto político no definido de forma concreta y menos por ninguna vía o articulado constitucional inexistente, ni formulado en la cabeza de nadie, ni en la libreta azul de inteligencia política alguna.

El 4 de diciembre fue una expresión masiva del ser andaluz, vehiculada por toda la clase política y con capacidad suficiente para enarbolar una bandera y un himno. De aquella multitudinaria respuesta se constituyó en enero de 1978 la Asamblea de Parlamentarios Andaluces, y meses más tarde, la Junta preautonómica presidida por Plácido Fernández Viagas, quien tuvo como consejero de sanidad y seguridad social al palmeño Antonio José Delgado de Jesús.

Será tras la Constitución de 1978 y las nuevas elecciones generales de marzo del 79 cuando se trabajó con claridad por una autonomía plena recogida en el artículo 151 de la Constitución. Entonces ya no hubo esa unidad que algunos ahora quieren vender. La UCD y Alianza Popular negaron esa posibilidad hasta la extenuación. Y otros perdieron el rumbo para siempre. Pero andando el tiempo se mezclan churras con merinas y se reformula la historia..

* Historiador y periodista