Parece extraño que uno de los espectáculos --habrá que llamarlo así-- que desde hace años están en el punto de mira de la crítica social por la exhibición del cuerpo de la mujer como un objeto, haya sido la plataforma para llamar la atención de la sociedad sobre el horror de la violencia de género, de los asesinatos y de los abusos que sufren las mujeres y las niñas. Así ha sido en Perú, donde las 23 aspirantes al título de Miss se han presentado en la pasarela y, en vez de comentar sus medidas, han ofrecido las cifras de tanto dolor. Sea estrategia publicitaria, sea convicción real, ha resultado efectivo.