La «Hispanidad» -recién hallazgo lexical e ideológico del P. Zacarías de Vizcarra, muy alabado por Morente- se presentaba a sus ojos, primariamente, como el resumen y arquetipo de lo español y, ontológicamente, en un plano secundario aunque no así temporal, como la empresa a través de la cual se vertieran el alcaloide y desiderátum del ser histórico español. Ella alumbró la realidad histórico-social más imponente del mundo moderno, llegando García Morente en su apología a pintar en más de un punto la colonización americana como empresa casi arcangélica, descontextualizada de sus rasgos específicos, no todos ni mucho menos elogiables. Obnubilado en su línea discursiva por la fluencia de su leitmotiv , el filósofo jiennense ofrecería una imagen deturpada de lo que fue no solo colonización sino también conquista, bien conocida por él en sus hitos primordiales, aunque no fuera historiador. El motivo antedicho e, igualmente, este inducen, con todo, a cierta comprensión con el yerro, que, su vez, no ha de desfigurar el acierto al alzaprimar la instalación «total» del conquistador español en el majestuoso solar americano, marco nunca provisional o parcial de su absoluta compenetración con la geografía y el acontecer de la tierra promisoria de lo que fuese hasta entonces, en los anales de la historia, la materialización de la utopía más grandiosa.

Asentados, parcialmente, ya en una amplia publicística antes de la formulación morentiana, todos sus extremos se revestirán, a partir de su escrito, de la categoría historiográfica y culturalmente más acribiosa y respetada en el discurso de la Hispanidad en su acepción más divulgada. Aunque la onda del indigenismo comenzaba a aflorar y extenderse por sectores destacados de la intelectualidad del Nuevo Continente, el análisis de Morente se beneficiaba del eurocentrismo imperante aún en la cultura mundial. Herencia de los tiempos iniciales del nacionalismo español, robustecida, entre otros heterogéneos factores, con la celebración del IV Centenario del Descubrimiento, la poesía rubendariana, la masiva emigración de la población de la península y sus dos archipiélagos en el cruce de una a otra centuria al Nuevo Continente, el despegue del anti-yankismo y el ascendiente de figuras iberoamericanas tan relevantes como Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Guillermo Freyre, Carlos Pereyra, Ricardo Levene, etc, la descripción del gran acontecimiento con arreglo a las coordenadas y contenido del texto morentiano habría ya, como se decía, de ofrecerse clásica, confeccionada por un pensador de pedigrí y blasones envidiables, revalidados, ahora una vez más, con un dominio de la síntesis formalmente impecable.

Es así gran lástima que, en la hora presente, la «idea de América» de Morente, uno de los escasos lugares de encuentro, durante los días de la dictadura, de monárquicos, falangistas, democristianos, conservadores, liberales inhibidos y supérstites resignados de los traumas y tártagos del reciente pasado, se convierta, por la deriva errática del «Procés», en piedra de escándalo para sus dirigentes. Hagamos férvidos votos para que, conforme a la trayectoria moderna del Principado, la Hispanidad vuelva a ocupar un puesto de honor en sus destinos, creencias e ideales.