Hace más de diez lustros que visito Madrid. Cuando transito por la zona de Sol, me gusta acercarme a una de sus calles más próximas, la que nace en la plaza del Carmen para morir en la del Maestro Victoria. Me refiero a la de Tetuán, la cual recibe su nombre de la batalla mantenida durante la guerra hispano-marroquí de 1859. En su tramo más próximo a Preciados, se halla la centenaria taberna Casa Labra, en la que el 2 de mayo de 1879 se fundó clandestinamente el PSOE, acontecimiento reflejado en una placa que hay en el interior del local. Cuando entro allí, me abstraigo a veces de la conversación de mis contertulios para rememorar algunas ideas marxianas que mantuve en mi juventud; las contrasto con las de aquel otro grupo de compañeros que pusieron la primera piedra del socialismo democrático en nuestro país: las de los dieciséis tipógrafos, cuatro médicos, un doctor en ciencias, dos joyeros, un marmolista y un zapatero, a cuyo frente se hallaba quien presidiera la Asociación General del Arte de Imprimir, Pablo Iglesias Posse, impulsor también, en 1886, de El Socialista y, en la Barcelona de 1888, de la Unión General de Trabajadores, fecha a partir de la cual partido y sindicato caminaron unidos y se institucionalizaron, al tiempo que sumaron fuerzas para revitalizar los centros obreros y las casas del pueblo socialistas, donde se difundió el nuevo ideario. Los fundadores del PSOE y sus primeros seguidores fueron el alma de una organización obrera y de clase adherida a la II Internacional, que aglutinó a los partidos marxistas hasta su colapso a raíz de la Gran Guerra. A comienzos del siglo XX, el partido era aún una fuerza modesta; sin embargo, a raíz de alcanzar representación en el Consistorio de la capital, incrementó su influencia electoral, llegando a estar implantado en Madrid, País Vasco, Asturias, Andalucía y parte de Levante.

Algunos acontecimientos históricos me saltan a la pluma mientras redacto estas líneas: las vicisitudes pasadas por aquellos primeros socialistas en sus años de lucha por la democracia, las recurrentes crisis vividas en la organización, sus alianzas con los republicanos, el tránsito y la colaboración con la dictadura de Primo de Rivera, su actuación en la Segunda República, en la Guerra Civil y en la clandestinidad durante el franquismo (así como en el exilio), o bien durante la transición democrática hasta la llegada en 1982 del Gobierno de Felipe González. Acontecimientos que forjaron el carácter y la forma de ejercer el poder de este partido, así como su compromiso por la libertad, lo que le llevó a ser determinante en la modernización y en la propia Historia de España. Tampoco olvido en Casa Labra mis vínculos de años con la Federación de Trabajadores de la Enseñanza de la UGT, hoy lamentablemente disuelta en la federación de servicios públicos. Igualmente, con la Izquierda Socialista, fundada en 1979 como corriente organizada, hace ahora cuarenta años, entre los partidarios de mantener el carácter marxista del partido durante el XXVIII Congreso. Evoco a Luis Gómez Llorente, a Pablo Castellano, a Carlos Riaño, a mi añorado Joaquín Martínez Björkman, a Manolo de la Rocha, a Pepe Manzanares, a Antonio Chazarra, a Mario Salvatierra, a Ana Noguera, a José Antonio Pérez Tapias, a Andrés Perelló, a Antonio Rallo y a tantos otros con los que mantuve buena relación de compañeros en las coordinadoras federales que, durante décadas, celebrábamos los portavoces territoriales de la corriente en la FSM en Santa Engracia, o incluso en la propia sede de Ferraz. Siempre agradecí sus muestras de amistad hacia mi persona, especialmente las de quien fuera entonces miembro de la Gestora del partido y, después, diputado nacional, Juan Antonio Barrio, las del catedrático de Filosofía Moral y Política de la UNED y durante años parlamentario en el Congreso, Antonio García Santesmases y, cómo no, la de mi recordado Paco Cordero, diputado en la Asamblea de Madrid, o la de quien fuera eurodiputado y actual portavoz federal de la corriente, Vicent Garcés, siempre atento a facilitarme noticias políticas de lo más diverso.

Evoco a otros compañeros que andan perplejos ante la vejación que inflige el Ejecutivo de Sánchez a las instituciones, sus equivocaciones de bulto en la gestión del diálogo con el independentismo, el devenir de un partido que mantiene un rumbo desenfocado; de ahí mi deseo de que el Gobierno en funciones y la dirección federal socialista, acierten rápido para no causar más perjuicio aún al país y a una organización que jamás debiera haber olvidado el referente del antiguo socialismo, aquel que dio su razón de ser al partido y comenzara en Casa Labra en aquellos primeros días de mayo, hace ahora 140 años. Sin duda, un buen espejo al que mirar para lograr reconocerse, y volver a liderar así el próximo cambio de época que, en mi opinión, no pinta bien para el PSOE y tampoco para España.

* Catedrático