Abril en nuestro solar patrio es un mes presto a las convulsiones, y no solo meteorológicas o, como en estos días que vivimos, de pandemia y alerta. En el agro tiene fama de traicionero por sus cambios imprevistos: los días de auténtica primavera se entreveran con los de carácter más invernal, y algunas jornadas soleadas se alternan con otras encapotadas en las que tronan las tormentas, especialmente cuando avanza la primavera. En el mes de las aguas mil el cuco hace de fedatario, y se afirma que por santa Ludovica las margaritas han de florecer por las esquinas, precisamente ahora, en esta época tan idónea para la escarda de la mala hierba en los sembrados. España, desde 1917 y durante los años que siguieron a ese estallido social, se vivió en un ambiente algo parecido, lleno de tormentas políticas y de sobresaltos. Y será en el seno del PSOE donde se produjeron algunas de las divisiones internas más significativas que, al final del trayecto, ya en 1921, llevaron a la creación del Partido Comunista de España, hoy aún existente e incluso con representación en el Gobierno de Pedro Sánchez.

La primera división acaecida en su seno tuvo lugar en abril de 1920. Los miembros más jóvenes de la organización obrera sintonizaron de inmediato con los nuevos postulados leninistas surgidos tras la Revolución de Octubre de 1917, en detrimento de lo manifestado por sus mayores, alineados con las tesis socialdemocratas, más moderadas, de la II Internacional. Con mayoría de estos últimos, un Congreso Extraordinario del PSOE decidió posponer la incorporación a la Tercera Internacional, creada a iniciativa del líder del sector bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, Vladimir Ilich Uliánov. Por ello los militantes de sus juventudes decidieron fundar una nueva organización que, desde entonces, fuera sección española de la Tercera Internacional. El 15 de abril de 1920, en Madrid, en las Casas del Pueblo, se funda así el Partido Comunista Español por parte de numerosos jóvenes de procedencia socialista, entre ellos Dolores Ibárruri. El 19 de marzo de 1921 se celebra el primer Congreso del nuevo partido, en el que resulta elegido como miembro de su Comité Central el cordobés de Lucena Antonio Buendía Aragón, quien entonces tenía solo 28 años de edad y cuya trayectoria fue de gran interés hasta su fallecimiento en 1972.

El Congreso del Partido del año anterior no había dejado resuelta la cuestión fundamental de si los militantes habían de mantenerse fieles en la Segunda Internacional (socialista) o bien integrarse en la Komintern, lo que dio lugar a un intenso conflicto que acabó en una primera escisión en el seno del socialismo, cuando la Federación de Juventudes Socialistas decide por su cuenta adherirse a la Internacional Comunista y constituir así un nuevo partido político. En 1921, el partido que fundara el tipógrafo Iglesias junto a otros compañeros, celebra otro Congreso Extraordinario, en el que los delegados terceristas que acudieron al mismo acabaron por romper también con la organización, como ya hicieran los más jóvenes el año anterior. Se quiebra así una vez más la línea oficialista y mayoritaria en el partido socialista, tomando el sector tercerista la decisión de abandonar el PSOE para constituir otra organización diferente: el Partido Comunista Obrero Español. Su fundación se nutrió mayoritariamente de otra rama juvenil del socialismo pablista. El día 13 de abril de dicho año, los delegados terceristas que habían acudido al Congreso Extraordinario manifiestan su voluntad de adherirse a las tesis de ingreso en el Komintern, las que el oficialismo había rechazado, y suscribir, entre otros postulados programáticos, el de la dictadura del proletariado que imponía el leninismo. Entre los firmantes del nuevo partido comunista encontramos tanto a Antonio García Quejido, destacado dirigente socialista y líder de la Unión General de Trabajadores, como a José Rojas, de la Nueva Federación de Jóvenes Socialistas.

El problema que se suscitó a partir de entonces fue que la Internacional Comunista solo podía aceptar una sección suya por cada país adherido, por lo que se presionó desde la URSS para que las dos formaciones existentes en España bajo su órbita acabaran fusionándose en una sola. De ahí que el Partido Comunista Español y el Partido Comunista Obrero Español, a partir del 14 de noviembre de 1921, acabaran uniéndose para formar el Partido Comunista de España, único referente en nuestro país fiel a los postulados que surgieran tras la Revolución de Octubre, y cuya andadura legal resultaría corta, al ser declarado ilegal tras el golpe de septiembre de 1923 del general Miguel Primo de Rivera. Un partido de larga trayectoria de lucha y que hoy, con su participación en las instituciones democráticas, continúa propugnando una transformación revolucionaria de la sociedad.

* Catedrático