Mientras escribo, un cartero de Correos me trae a mi casa el voto por correo. El adelanto electoral (sorpresa) de Susana Díaz me pilló con otros planes para el 2 de diciembre. Pero ejerceré con responsabilidad mi derecho de voto, como siempre lo he hecho. Lo haré apelando a mi naturaleza de andaluz emigrado de su tierra por falta de oportunidades profesionales. En unos días cumpliré seis años en la capital de España, a la que muchos jóvenes desplazados llamamos en tono jocoso «la novena provincia de Andalucía», por el elevado número de andaluces residentes en esta tierra acogedora como la nuestra, pero con infinitud más de oportunidades. Me gustaría reflexionar sobre las expectativas de cambio político que una buena parte de la sociedad andaluza venimos expresando en los últimos tiempos cuando se nos encuesta. Desde que cumplí los 18 años y salí de mi tierra (Los Pedroches) para estudiar Ciencia Política en Granada, siempre he defendido la necesidad del cambio político en nuestra región. El paso del tiempo, mis circunstancias personales y profesionales, o mi experiencia (a tiempo parcial) en la política local, no han hecho sino reforzar mi defensa de la regeneración en política, y con ello un incremento de mis criterios de exigencia pública hacia quienes nos gobiernan, en todos sus niveles.

Pero no puedo observar las elecciones del 2-D como una nueva oportunidad para culminar ese continuo anhelo de cambio y regeneración. Ninguno de los sondeos electorales publicados prevé una victoria en las urnas de alguna de las fuerzas políticas del cambio (PP, Ciudadanos, Adelante Andalucía), coincidiendo todos ellos en: a) una transformación del sistema bipartidista (PSOE-PP) en uno multipartidista (que podría llegar a cinco partidos si Vox consiguiese representación) con un escenario de relativo equilibrio parlamentario entre las fuerzas políticas del cambio; y b) un retroceso histórico del PSOE-A que posiblemente no le impedirá conservar el gobierno.

Pese a todo, son muchas los andaluces que aún no han decidido su voto. Es necesaria una transformación política, social y económica. Más Andalucía reza el eslogan del PSOE andaluz que juega a ser el PRI (un partido Estado en México), buscando ser identificado con la esencia identitaria andaluza. ¡Cuánto descaro! ¿Qué esperan de un partido que está injertado en el ADN institucional de la sociedad andaluza desde los años ochenta? Sobran razones para movilizarse por el cambio político en nuestra bendita tierra. No se dejen amedrentar por la agitación del miedo, ni por los populismos ni por las demagogias. Por razones evidentes de regeneración política, salud democrática y limpieza institucional, mañana votaré por correo, y lo haré por el cambio, la única garantía de que mi tierra aspire a ser lo que podía haber sido (y no fue) en estos cuarenta años de partido único en San Telmo.

* Politólogo, investigador y profesor asociado de la Universidad Carlos III