Las elecciones podrían ser un ejercicio e incluso un espectáculo interesante. Pero nuestras elecciones, sean regionales o nacionales, son regularmente una decepción, cuando no un motivo de justificada repugnancia. Y hastío; fundamentalmente nos producen hastío.

Lo produce ver que unos partidarios votan siempre a los suyos aunque la corrupción chorree por los bajantes de desagüe del domicilio social. Y son capaces de escuchar atentamente que si alguien espía intimidades inviolables por medio de un policía corrupto es que cumple con su obligación de enterarse, de estar informado.

Las elecciones serían un torneo apasionante si se enfrentaran ideas, propuestas y críticas. Si todo fuera razonable. Pero no lo es. La culpa de que así no sea está repartida, es compartida, pero la culpa de que las aguas bajen turbulentas la tiene especialmente la derecha, por su propensión al insulto. Las jóvenes generaciones, en vez de ser impulsadas por la ilusión, ya se encauzan en aprender a insultar, a descalificar con una o dos palabras desde el principio. Así, las jóvenes generaciones del PP han llamado «ratas» a los expresidentes de Andalucía, que al menos tuvieron la decencia de dimitir de entrada, cuando en el bando que acusa y descalifica no dimite nadie; si acaso en último extremo cuando el torrente de grabaciones acusadoras es de una abundancia notoria y de una evidencia indiscutible.

No es de extrañar que el presidente del partido de los insultadores lo sea en grado sumo. Parece de pesadilla; llama golpista al presidente del Gobierno. Y después de ese exabrupto va a la televisión nacional a dedicar a todos los ciudadanos una sonrisa profidén diseñada por el jefe de campaña, que en realidad repugna.

Y conste que la derecha no tiene que hacer muchos méritos para ser derrotada en Andalucía. Se nos dice que ya son demasiados años de socialismo en Andalucía, pero se olvida que el gobierno de izquierdas de nuestra región es casi nada de tiempo si se mira con perspectiva histórica. Han sido siglos de hegemonía de la derecha los que han llevado a nuestra región a puestos de descenso. Han sido muchos siglos de dominio de la nobleza, de los terratenientes, de la iglesia, de las manos muertas, de la derecha en suma, en los que se han desperdiciado nuestras envidiables potencialidades en minería, agricultura, ganadería, pesca, madera... En todo.

Han sido muchos años, siglos, de trabajadores en paro alineados en la plaza del pueblo a la espera de que el dedo del sicario del terrateniente le adjudique una jornada del trabajo, normalmente larga, extenuante y mal pagada. Cuando elegimos, demostramos que no queremos que nos representen y manden los herederos de los caciques de siglos.

* Escritor y abogado